El presente tema se desarrolla entre 1959 y la muerte de Franco en 1975. 1959 es un
año clave, es la fecha del Plan de Estabilización que puso las bases para el desarrollo
económico de los sesenta y primeros setenta. La España de los sesenta no se parece en
casi nada a la que sale de la Guerra Civil, sólo en una cosa: el sistema político ha
cambiado muy poco. En el presente tema estudiaremos primero la evolución política: el
gobierno de los tecnócratas - autores del desarrollo económico-, la llegada a la
presidencia de Carrero Blanco y, por último, la agonía del régimen. En lo económico
hablaremos de las transformaciones económicas profundas que experimenta la
economía española y su incorporación definitiva al sistema económico capitalista,
pero este desarrollo experimenta un brusco frenazo en 1973 con la crisis del petróleo.
Con todo, las transformaciones económicas producen profundos cambios sociales y de
mentalidad que demandan una apertura del régimen y mayores cotas de libertad. Por
último, hablaremos de la oposición al franquismo durante esta etapa, dando mucha
importancia a los movimientos de oposición de los dos últimos años de vida de Franco,
momento clave para entender qué va a pasar tras la muerte de éste.
I. EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL SEGUNDO
FRANQUISMO (1959-1975).
1. La tecnocracia: el dominio del Opus Dei (1957-1969).
Esta etapa del franquismo va a estar marcada por los intentos de preparar el
régimen para el futuro. Así, temas como un cierto pluralismo político y la sucesión de
Franco se van a convertir en el eje del periodo, ante los que aparecen dentro de las
familias del régimen posturas diferenciadas. Pese al dominio de los tecnócratas,
apareció una corriente que provenía del Movimiento, que era partidaria de un mayor
aperturismo, hacer más “representativo” al Movimiento. Esta lucha entre tecnócratas y
aperturistas, por tanto, va a ser otra de las claves del periodo.
a) La definitiva institucionalización del régimen.
Con los tecnócratas en el poder, se pone en marcha, desde 1957, una amplia reforma de la administración pública. Se trataba de adaptar la administración a las nuevas circunstancias de desarrollo económico. Fue una reforma técnica, sin pretender buscar una reforma política, que pretendía garantizar mínimamente los derechos de los administrados y conseguir un mayor grado de eficacia y racionalidad.
En 1958 se aprobaba la sexta de las Leyes fundamentales, la Ley de Principios del Movimiento Nacional, donde los principios de la FET eran la base del Movimiento, del “partido único”. La Ley definía el Estado como una “monarquía tradicional, católica, social y representativa”; y el Movimiento como “comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada”. El régimen se definía como una democracia orgánica en la que “la participación del pueblo” en las tareas legislativas se haría a través de la familia, el municipio y el sindicato.
A partir de 1960 el régimen quiso darse aires “liberalizadores” dado su interés por ingresar en la CEE. En los cambios de gobierno de 1962 y 1965 sigue consolidándose el sector vinculado al Opus Dei, agrupado en torno a Carrero Blanco.
La liberalización económica estaba permitiendo un crecimiento espectacular de la economía española; hubo también una cierta liberalización cultural, impulsada por el
ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, en los gobiernos de 1962 y 1965. A
estos gobiernos corresponde el Primer Plan de Desarrollo (1964-1967), la Ley de
Bases de la Seguridad Social, de 1963, por la que el Estado correría con una serie de
prestaciones y facilitaría diversos tipos de asistencia (atención médica, pensiones,
subsidios, indemnizaciones) a los trabajadores inscritos en la Seguridad Social. Por
último, la Ley de Prensa, en 1966, obra de Manuel Fraga, suprimía la censura previa,
abrió un clima de mayor aperturismo, se notó en la publicación de libros, en el teatro y
en el cine. Con la Ley de Fraga no se pudo disponer de una prensa libre, pero tampoco
era la de los primeros tiempos de la dictadura.
A la vista de estas actuaciones y de sus positivos resultados, el régimen se veía
aceptado y consolidado. Había que asegurar su futuro, cerrar su institucionalización
(“después de Franco, las instituciones” por él creadas, independientemente de quién las
presida). En efecto, y con ese fin, la Ley Orgánica del Estado, la última de la Leyes
fundamentales, promulgada en enero de 1967, aprobada por referéndum en diciembre
del año anterior, venía a cerrar el ciclo constituyente del régimen. Reconocía la libertad
religiosa, introducía la separación de los cargos de Jefatura del Estado y presidencia del
Gobierno. También introdujo en las Cortes la representación “familiar”, elegidos por
votación por los cabezas de familia (las primeras elecciones para procuradores por
representación familiar se celebraron en octubre de 1967). La LOE ratificó la
monarquía como forma política del Estado español. Franco había optado por don Juan
Carlos desde muy pronto, pero dilató su designación, también defendido por el equipo
Carrero Blanco-tecnócratas. En julio de 1969, las Cortes aceptaban como sucesor de
Franco, en la Jefatura del Estado, al príncipe don Juan Carlos de Borbón y Borbón
(hijo de don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes de Borbón y nieto de
Alfonso XIII), con el objetivo de garantizar el funcionamiento de las instituciones
después de la muerte del dictador.
b) La estrategia política de los aperturistas.
Aunque el dominio político de esta etapa corresponde a los tecnócratas surgen otros grupos que se enfrentan a ellos, dentro del contexto de los cambios económicos y sociales que se estaban produciendo y, sobre todo, ante la perspectiva de un régimen
sin Franco. Dentro de estos grupos destacan los inmovilistas o búnker (sector duro del Movimiento que pretendía el inmovilismo más absoluto) y los aperturistas, provenientes también del Movimiento y liderados por Manuel Fraga y José Solís. Ambos eran ministros. El primero, como ya se sabe, entró en el gobierno de 1962 y siguió en el de 1965. El segundo venía siendo ministro secretario general del Movimiento desde el cambio de gobierno de 1957. Ambos estaban a favor de abrir el
régimen a la “participación”, pero la fórmula, al establecerse dentro del marco del
Movimiento, terminó siendo un fracaso, sin llegar a ser aceptado por los inmovilistas.
Limitar la influencia del los tecnócratas del Opus Dei en el régimen estaba, también,
entre los principales objetivos de los aperturistas.
La gran oportunidad les vino en 1969 al estallar el escándalo Matesa, un tema
de corrupción financiera e industrial en que estaban implicadas personas pertenecientes
a los tecnócratas y al Opus. Fraga y Solís maniobraron para que el asunto se conociera a
través de la prensa, desprestigiando a sus adversarios políticos. Franco actuó a su
manera. Eliminó a los ministros responsables, que eran del Opus, y a los instigadores
(Solís y Fraga) y procedió a un cambio de gobierno, con incondicionales-tecnócratas,
bajo la presidencia de Carrero Blanco, como vicepresidente. Esta vez Franco no tenía la
capacidad de maniobrar entre las distintas familias. Formó un gobierno con personas
adictas a Carrero Blanco. Pero la división entre las familias franquistas era ya un hecho
consumado.
c) La política exterior.
Desde 1957 la política exterior franquista se fijó como objetivos el acercamiento a la Europa comunitaria, el mantenimiento de una estrecha relación con los EE.UU. y la
recuperación de Gibraltar. España alcanzó durante este tiempo la mayor aceptación
internacional en los casi cuarenta años de franquismo.
Desde que en 1957 se creara la CEE -actualmente Unión Europea- los tecnócratas, imponiéndose a los militares y a los falangistas que no estaban de acuerdo, eran partidarios de la entrada de España en ella. No obstante, la entrada no se conseguiría hasta 1986, debido al impedimento político, no obstante se cerraron acuerdos comerciales.
Las relaciones con EE.UU. estuvieron marcadas por los pactos bilaterales y las sucesivas prorrogas. España basó su política exterior en estos acuerdos y aunque pedía más colaboración americana a cambio de las bases, no lo consiguió. La presión para la recuperación de Gibraltar se convirtió en una constante y símbolo de la política exterior española. A la presión diplomática se le unieron otras medidas como el aislamiento del
Peñón, pero sin resultado positivo.
España aceptó la independencia de Guinea Ecuatorial (1968) y cedió en 1969 el Ifni a Marruecos (independizado de España y Francia en 1956), no obstante pretendió conservar el Sahara Occidental. Pero en noviembre de 1975, ante las presiones de Marruecos, España hizo cesión de su soberanía por los Acuerdos de Madrid, repartiéndose el territorio entre Marruecos y Mauritania; esta decisión es la base de la problemática actual de la población saharaui.
2. El declive del régimen (1969-1975).
Tras el nombramiento de Juan Carlos como sucesor en la Jefatura del Estado en julio de 1969, el que era vicepresidente del gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, se esforzó en sentar las bases de una transición pacífica hacia la "Monarquía del 18 de julio".
a) Carrero Blanco y el fracaso del aperturismo (1969-1973).
Después del escándalo político-financiero originado por el caso Matesa, Franco, como ya se ha apuntado, separó del gobierno a los ministros responsables. El vicepresidente Carrero, en octubre de 1969, se hizo cargo del nuevo gobierno, que trazó un amplio programa político; veamos a continuación sus principales puntos de actuación.
En primer lugar intentó relanzar la economía, tras la crisis de 1967-1969, dando como resultado una fase de fuerte crecimiento.
En política exterior el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, López Bravo, firmó un acuerdo comercial con la CEE y estableció relaciones diplomáticas con China y con la República Democrática de Alemania, dos países comunistas. Y, en 1970, visitaba España el presidente norteamericano Nixon.
En el aspecto cultural y educativo se produce la reforma del sistema educativo con la Ley Villar Palasí de 1970, que pretendía la equiparación con Europa, extendiendo la enseñanza básica gratuita.
Pero también hubo otros proyectos donde los resultados fueron decepcionantes. El Estatuto de Asociaciones políticas, idea de los aperturistas, quedó congelado. En el
campo laboral se intenta resolver la conflictividad obrera con la nueva Ley Sindical de 1971, que fue una decepción al no contener las promesas de democratización hechas al plantearse su elaboración.
Con la Iglesia, las relaciones venían empeorándose. Contribuyó a ello la celebración en 1964 del Concilio Vaticano II y la renovación en la jerarquía episcopal española, llevada a cabo entre 1964 y 1974. Entre ellos destacaba el cardenal Vicente Enrique y
Tarancón, arzobispo de Madrid (1969) y presidente de la Conferencia Episcopal Española (desde 1972), decidido a marcar distancias con el franquismo.
Simultáneamente un nuevo enemigo se iba fortaleciendo: ETA, que se mostró especialmente activa. En diciembre de 1970 tuvo lugar en Burgos un juicio contra
dieciséis militantes de ETA, nueve de los cuales fueron condenados a muerte. Tras el
fuerte rechazo internacional, Franco conmutó las penas por las de cadena perpetua.
En definitiva, la agitación de los estudiantes, que no paraba, el malestar laboral, los secuestros y atentados de ETA, la aparición del grupo terrorista FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) venían a poner en tela de juicio el modelo de
“tranquilidad social” con que se presentaba el régimen. Éste respondió con mayor
represión. En 1971 era reformada, endureciéndola, la Ley de Orden Público de 1959.
A principios de 1973, en el seno del franquismo, se reproducía el enfrentamiento entre los aperturistas y los inmovilistas; el gobierno, por ello, estaba dividido y mostraba una fuerte debilidad. Franco resolvió la crisis formando un nuevo gobierno en junio, separando por primera vez -tal como preveía la Ley Orgánica de 1967- la Jefatura del Estado y la del Gobierno, cargo que asumió Carrero Blanco. El nuevo gabinete, que practicó un “giro a la derecha”, apenas sí se estrenó: el día 20 de diciembre de 1973, el presidente Carrero Blanco moría en Madrid víctima de un espectacular atentado de ETA.
b) Gobierno de Arias Navarro (1974-1975). Enfermedad y muerte de Franco.
Ante la sorpresa general, el sucesor de Carrero fue Arias Navarro, quien forma
gobierno, en enero de 1974, con predominio de franquistas puros, sin tecnócratas.
Desde el principio, pretendió dar una imagen de ruptura con la etapa de Carrero y en un
discurso pronunciado ante las Cortes en febrero de 1974, influenciado por los ministros
Pío Cabanillas y Antonio Carro, presentó un programa de gobierno aperturista,
declarándose partidario de ciertas reformas y de la aprobación de un nuevo Estatuto de
Asociaciones políticas (“espíritu del 12 de febrero” de 1974).
El discurso contribuyó a revitalizar la vida política de país. Hubo mayor libertad de
prensa. Ésta informaba con amplitud sobre huelgas, actividades políticas, aparecían
opiniones políticas de líderes de la oposición moderada… El Estatuto de Asociaciones se estuvo estudiando durante todo el año y se aprobó el 21 de diciembre, pero era poco viable (los partidos debían quedar bajo el techo de los Principios Fundamentales del Movimiento). No contentó a ningún grupo de de la oposición democrática, que exigía cada vez más la reforma del sistema.
La derecha franquista (el búnker) reaccionó con dureza contra la apertura de Arias Navarro. El 28 de abril (1974), el falangista y ex ministro Girón de Velasco lanzaba, en el diario “Arriba”, una furiosa crítica contra la aventura del “12 de febrero”.
La confrontación se hizo intensa y el propio Arias Navarro se desdijo de lo dicho y dio marcha atrás, pronunciando en Barcelona, el 15 de junio, un discurso que venía a
suprimír el espíritu de apertura.
Días después, Franco cayó enfermo, ingresando en una clínica para ser tratado
de una tromboflebitis. El príncipe Juan Carlos tuvo que ejercer interinamente la
Jefatura del Estado (19 de julio- 1 de septiembre). Una vez recuperado, Franco recobró
sus poderes, pero el terrible atentado de ETA en Madrid, en la cafetería Rolando, el 13
de septiembre (1974), que costó las vida a once personas, pondrá fin a la zigzagueante
política de apertura/represión de Arias Navarro. En el mes de octubre, el propio Franco,
que había recibido en El Pardo un dossier sobre los excesos de la prensa y la televisión,
exige a Carlos Arias Navarro el cese inmediato del ministro Pío Cabanillas, ministro
reformista que era acusado de demasiada simpatía hacia la oposición catalana.
Cabanillas, en efecto, es cesado y con él marcharon otros altos cargos (octubre). Era el
fin definitivo del “espíritu del 12 de febrero”. La aventura del cambio había
terminado.
Paralelamente, otras circunstancias estaban contribuyendo a crear más dificultades al régimen. Los efectos de la crisis económica de 1973 (subida de los precios, más paro, menos divisas), la revolución del 25 de abril en Portugal acababa con la dictadura de Salazar y ponía en alerta a los inmovilistas. La lentitud con que España venía enfrentándose a la descolonización le estalló ahora con el Sahara, donde el Frente Polisario venía reclamando la independencia.
Un régimen que demostraba la imposibilidad de reformarse desde dentro, el envejecimiento de Franco y su previsible pronto final, movilizó también a la oposición
democrática en el exterior; así, en julio de 1974, se organiza la Junta Democrática,
con el PCE y otros grupos, y, en julio de 1975, al margen de la Junta, la Plataforma de
Convergencia Democrática, con el PSOE y otros partidos.
Durante el año 1975 la situación económica se agravó. El terrorismo fue a más.
En varios atentados, perpetrados en los ocho primeros meses del año, murieron once
policías. El régimen respondió con dureza. El 27 de septiembre son ejecutados cinco
condenados a muerte de ETA y FRAP. Hubo manifestaciones en capitales europeas,
peticiones de clemencia, se retiraron trece embajadores a lo que el régimen respondió
con una concentración de apoyo a Franco el 1 de octubre. Días después se anunciaba
que Franco estaba enfermo. Marruecos aprovechó el momento para reclamar el Sahara y
para acelerar la anexión organizó una movilización popular, a comienzos de noviembre,
la llamada Marcha Verde, que llegó a atravesar la frontera saharaui. El ejército español
estuvo en máxima alerta, podía estallar un conflicto con Marruecos. Finalmente, el 18
de noviembre, se firmaban los Acuerdos de Madrid, por los que el Sahara español era
entregado a Marruecos y Mauritania. Dos días después, el 20 de noviembre, después de
una larga agonía, moría Franco.
II. EVOLUCIÓN SOCIOECONÓMICA DEL SEGUNDO FRANQUISMO (1959-
1975).
1. El plan de estabilización (1957-1959).
Las dificultades que, a partir de 1956, se fueron acumulando en el campo de la
economía provocaron una radical modificación en la política económica del régimen
franquista. La situación era tan crítica que, por ejemplo, en 1959 España se podía haber
quedado sin petróleo por falta de divisas para pagarlo.
Franco había formado, en 1957, un nuevo gobierno en el cual dos personalidades
destacadas del grupo tecnócrata –técnicos ligados al Opus Dei- ocuparon dos carteras
básicas del área económica. Éstas fueron la de Comercio, desempeñada por Alberto
Ullastres, y la de Hacienda por Mariano Navarro Rubio. A lo largo de la década de
los 60 serán siempre políticos de esta tendencia tecnócrata los que dirigirán la política
económica en España y los que dirijan la mayoría de los ministerios.
Los nuevos ministros, Ullastres y Navarro Rubio, elaboraron un Plan de
Estabilización Económica, que consideraban imprescindible para asentar sobre una base sólida el proceso de crecimiento económico que se quería iniciar. Para poner en
marcha al Plan hubo que vencer muchas reticencias. Ni Franco ni Carrero Blanco lo acogieron con demasiado entusiasmo. Pero no había otra receta para sacar a España del marasmo económico. Finalmente, el Plan de Estabilización recibió la aprobación del Gobierno mediante un Decreto fechado el 21 de julio de 1959. Mediante este Decreto se impusieron una serie de medidas básicas para orientar la economía del país.
Citaremos sólo algunas de las más significativas:
1. Reducción del gasto excesivo del Estado y del de los particulares. Esto implicó restricciones en la concesión de créditos y congelación de los salarios, para reducir la circulación fiduciaria (= para luchar contra la inflación).
2. Desaparición progresiva de los controles del Gobierno sobre las actividades
económicas.
3. Apertura de la economía española a los mercados exteriores. Ello obligó a devaluar la peseta (60 ptas. un dólar; antes, 42 ptas.). La finalidad última de esta operación de política económica era poner en contacto la economía española con la internacional.
Esto se hacía en un momento en que ésta se encontraba en una etapa de fuerte
crecimiento. Por otra parte, poco después de la publicación del decreto citado, el
Gobierno dio muchas facilidades a las empresas extranjeras que quisieran instalarse en
España. Con ello se eliminaban buena parte de los obstáculos que, en este terreno, se
habían creado a lo largo de la etapa autárquica. Para realizar esta transformación
económica, España pudo contar con la concesión de importantes créditos
internacionales, del FMI, la OECE y del gobierno y la banca norteamericanos.
En resumen, este Plan de Estabilización fue calificado como "la operación
económica de más alcance realizada por el Estado en el período 1939-1959", fue una
"operación singular y laudable de política económica". Su aplicación fue un éxito.
España va a conocer una etapa de fuerte crecimiento económico, incorporándose,
definitivamente, en el reducido club de países industrializados del mundo.
2. La España del desarrollismo.
Los resultados del Plan de Estabilización fueron inmediatos. No obstante, a corto
plazo, entre 1959 y 1960, el Plan produjo, como es normal en este tipo de operaciones,
una fuerte recesión económica (congelación salarial, caída del consumo y de la
inversión, aumento del paro…), todo estaba previsto y entraba dentro de los cálculos.
Pero a partir de 1961 se produjo un fuerte crecimiento económico calificado por
algunos como milagro español. El crecimiento se basó en una fuerte expansión
industrial que se produjo por los bajos salarios, comparados con los de los trabajadores
europeos, y la masiva llegada de capitales extranjeros que veían en España un lugar
favorable para las inversiones. Se construyó así un tejido industrial diversificado y
potente, un fenómeno sin precedentes en la Historia de España. El crecimiento industrial
atrajo a un gran número de campesinos que huyeron en masa a las ciudades. Éste
fenómeno motivó, a su vez, un alza de los salarios agrícolas por la falta de mano de
obra. Pero este hecho contribuyó a la mecanización del campo por lo cual se produce
también la modernización del sector agrario, que iba en paralelo con el despoblamiento
del interior del país.
En el sector servicios, el turismo fue el verdadero motor de la economía: miles
de europeos acudían a España aprovechando los bajos precios, la oferta de sol y playa y
la existencia de una infraestructura hotelera en rápida expansión.
La balanza comercial (diferencia entre importaciones y exportaciones) era
deficitaria, pero la balanza de pagos (donde intervienen además más factores) se
cerraba con un saldo positivo (superávit) por los ingresos del boom del turismo, por las
remesas de los emigrantes españoles en Europa y por los capitales extranjeros invertidos
en nuestro país.
A partir de 1963 el gobierno intentó regular el crecimiento mediante los Planes
de Desarrollo, copiados del modelo francés. Desde el gobierno se marcaban objetivos
económicos a cumplir cada tres años en determinados sectores, complementando las
medidas con subvenciones públicas e incentivos fiscales. Dos de los objetivos
perseguidos eran la industrialización de nuevas zonas y lograr disminuir el desequilibrio
económico regional, en estos aspectos el balance fue un rotundo fracaso.
El crecimiento fue ininterrumpido entre 1961 y 1973, pero debe tenerse en
cuenta que el triunfo del Plan se vio catapultado por la bonanza económica internacional
que se da en este periodo y que posibilitó el crecimiento, de la misma manera, cuando
llegue la crisis del 1973, el contexto internacional influirá poderosamente sobre la
economía española.
El aumento de los intercambios con Europa impulsó al gobierno español a
iniciar "conversaciones exploratorias" con la CEE. En junio de 1970 España y la CEE
firmaron un Acuerdo preferencial que estuvo en vigor hasta la plena integración de
nuestro país en la CEE, el 1 de enero de 1986.
En octubre de 1973 se desencadenaba la crisis del petróleo como medida de
protesta de los países árabes exportadores de petróleo contra Occidente por su apoyo a
Israel. Dos meses después, moría el jefe del gobierno, Carrero Blanco, en un atentado
terrorista de ETA. Dos hechos coincidentes en el tiempo que abren paso al declive del
régimen y a su descomposición interna.
El final del franquismo coincidía, en efecto, con una caída del crecimiento económico, un incremento de la inflación y un aumento del paro.
3. Las transformaciones sociales.
Muchas son las diferencias con el primer franquismo. La más evidente es el espectacular desarrollo económico que vive el país, aunque con retraso con respecto a
Europa. Ese desarrollo económico y el contacto con el exterior, ya bien sea a través de la emigración a Europa, o debido al boom del turismo, generan cambios sociales importantes y, sobre todo, un cambio de mentalidad. Aunque el régimen no evoluciona
casi en lo político, los españoles de los años sesenta tienen más preocupaciones políticas
y deseos de consumo, demandando una sociedad más abierta en consonancia con los
nuevos movimientos culturales europeos.
a) Los movimientos migratorios.
El desarrollo económico trae profundos cambios. El primero y más importante
es que la agricultura pierde el protagonismo económico que había tenido desde siempre,
es sustituida por la industria y el sector servicios. Esto genera que un gran número de
españoles abandone el campo y se vaya a vivir a las ciudades, es el éxodo rural.
Madrid, el País Vasco y Cataluña son las principales zonas de recepción de estos
trabajadores rurales, creciendo de manera espectacular el volumen de estas ciudades sin
existir, la mayoría de las veces, la planificación adecuada. Los recién llegados pasan a
poblar barrios de la periferia sin las más mínimas condiciones de vida. Las zonas de
salidas de estos desplazados son, mayoritariamente, las zonas del interior: Extremadura,
Andalucía, las dos Castillas…
Al lado de las migraciones interiores, se estableció un flujo ininterrumpido de
emigrantes españoles que de forma continua salían para la Europa desarrollada. Estos
emigrantes marchaban con carácter temporal, pero en muchos casos fijarán su residencia definitiva en países como Alemania, Francia, Holanda o Suiza.
Desde el punto de vista económico su papel será decisivo pues generan importantes capitales (ahorro), que remitían a sus familias y que tanto contribuían a equilibrar la balanza de pagos.
b) El crecimiento de la población.
En los años sesenta la población experimenta un espectacular crecimiento que se ha dado en llamar el baby boom. Con una alta natalidad y una mortalidad en franco retroceso, el crecimiento vegetativo español era alto. Esto generó problemas de ajustes entre una población en crecimiento y las infraestructuras sanitarias y educativas del país que eran claramente insuficientes. Ante este reto el régimen tuvo que construir a marchas forzadas hospitales, escuelas e institutos. La mayoría de los nuevos centros educativos serán públicos, la enseñanza privada –casi toda de carácter religioso- no podía absorber ese incremento. El esfuerzo inversor vino acompañado de la reforma del sistema educativo, aprobándose en 1970, por el ministro Villar Palasí, la Ley General de Educación.
Otra medida, signo de modernización, fue la Ley de Bases de la Seguridad Social, aprobada en 1963, por la que se unificaba el anterior sistema de seguros dispersos en una Seguridad Social total (atención médica, pensiones, subsidios, indemnizaciones). Un problema crónico en España será el déficit de viviendas, como consecuencia de la inmigración masiva al desbordar el crecimiento de las ciudades, dando como resultado la construcción de barrios sin planificación y mal dotados de servicios.
c) La modernización de la sociedad y el cambio de mentalidades.
En esencia la población española sufrió una profunda transformación que le
llevó a conocer cotas de bienestar y de consumo inimaginables en las etapas anteriores.
El consumismo presidió la vida de los españoles frente a la simple supervivencia de la
época anterior. El ejemplo típico fue la adquisición de un automóvil, teniendo en el
famoso Seat 600 el caso más conocido. El consumismo conlleva un cambio de
mentalidad y en parte sustituye a los valores tradicionales del primer franquismo. A esto
se une una nueva generación que o no vivió la guerra o eran muy pequeños entonces, y
que pedían o demandaban cambios y mayores cotas de libertad.
La modernización vino también de la apertura al exterior a través del turismo
que en los años sesenta vivió un auténtico boom. El contacto con estos ciudadanos de la
Europa comunitaria impregnó la vida de los españoles que veían en estos países el
modelo a seguir, y no sólo en cuanto a las modas. La cerrazón del régimen y las
limitadas libertades contrastaban profundamente con el modelo europeo.
La inauguración de TVE en 1956 fue otro símbolo del consumo y de la
modernización. El poseer el famoso aparato se convertía en una aspiración de todo
trabajador, y a la vez, aunque controlado por el régimen, era una ventana abierta al
mundo.
Otro síntoma de que la sociedad estaba cambiando fue el aumento importante de
la población activa femenina, la incorporación de la mujer al mercado laboral rompía
con una de las características más destacadas del primer franquismo.
Desde el punto de vista de las diferencias sociales el hecho más destacado, y
común con todas las sociedades desarrolladas, es el incremento cuantitativo de las
clases medias. Junto a los nuevos ejecutivos de los sectores empresariales más
dinámicos, surgen con gran fuerza las nuevas clases medias, muy unidas al sector
servicios: los empleados de banca, los técnicos, los gestores de empresas, los
profesionales liberales… Entre los hijos de estos grupos surgirán las nuevas actitudes en
la vía de la secularización, la tolerancia y la libertad. Una sociedad preparada para
asegurar el triunfo de una transición a la democracia, todavía a la espera de su
consecución en España. Curiosamente, los jóvenes universitarios serán la punta de
lanza de la protesta popular contra el régimen, en paralelo a la oposición obrera.
III. LA OPOSICIÓN POLÍTICA AL FRANQUISMO.
1. La oposición desde la fase tecnocrática hasta 1973.
Una de las características más importantes de la lucha contra el franquismo es el debilitamiento de la oposición exterior que sólo en los últimos años, y ante la inminencia de la próxima muerte de Franco, cobra fuerza. Por el contrario, en el interior se va diversificando y haciéndose socialmente más amplia, fenómeno
paralelo a la disminución de la feroz represión de la etapa anterior.
a) La oposición social.
Calificamos de social a esta oposición porque de forma espontánea creció el rechazo contra el régimen, y los grupos de oposición no estaban organizados políticamente por ningún partido clandestino. El único que tuvo fuerza y un cierto protagonismo fue el Partico Comunista. El fenómeno fue intenso y creciente, de tal forma que muchos grupos sociales anteriormente fieles al sistema o indiferentes en materia política o social se oponen abiertamente.
Las protestas obreras fueron en aumento desde 1962, la represión contra ellas
fue menos contundente que en la etapa anterior. Asturias, País Vasco, Madrid y
Barcelona y su cinturón industrial fueron los principales escenarios de la conflictividad
obrera (manifestaciones, huelgas…), eran, evidentemente, las zonas más industrializadas. En 1964 surge el sindicato Comisiones Obreras como organización
alternativa al sindicato oficial, aprovechando los cauces de la negociación colectiva en
las empresas y las elecciones entre trabajadores para jurados de empresa y enlaces
sindicales. En 1968, el Tribunal Supremo declaró a CC.OO. ilegal y sus principales
dirigentes fueron encarcelados (Marcelino Camacho, Julián Ariza, Nicolás Sartorius…).
En 1973 se celebró el juicio contra ellos (Proceso 1001), con condenas de hasta veinte
años de prisión Su táctica, por tanto, fue entrar en las organizaciones del régimen y
aprovechar los cauces oficiales para organizar a los trabajadores. A finales del
franquismo era el sindicato más importante. Los otros sindicatos tradicionales (UGT,
CNT) no consiguieron levantar cabeza, estaban prácticamente desaparecidos.
Las protestas universitarias cobraron fuerza a partir de 1965. Los actos de
protestas se repetían frecuentemente y el régimen respondía con cargas policiales,
detenciones, cierre de los centros universitarios… El movimiento estudiantil ya no se
detuvo hasta el final del régimen y era el síntoma más claro de que el régimen no
contaba con el apoyo de la juventud.
La propia Iglesia Católica ya no era la institución monolítica que apoyaba al
régimen. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965) la jerarquía católica se aleja del
franquismo, y era más abierto el rechazo por parte de los sacerdotes jóvenes, muchos de
ellos empezaron a militar en organizaciones católicas de claro contenido social que apoyaron las protestas obreras: Hermandad de Obreros de Acción Católica (HOAC), Juventud Obrera Católica
(JOC)… El gobierno calificaba estas
actuaciones como ingratas y traidoras.
b) La oposición política.
De todos los movimientos que en el interior luchaban contra el franquismo, el
más organizado y el que contaba con más apoyos era el PCE (Partido Comunista de
España), partido dirigido por Santiago Carrillo. Su estrategia política consistía en el
entrismo, es decir, en entrar en las organizaciones legales del Movimiento y en todo tipo
de asociaciones más o menos legales: organizaciones estudiantiles, asociaciones de
vecinos… Muy vinculado a este partido estaba el sindicato Comisiones Obreras.
El PSOE no tenía ni con mucho la misma implantación, su dirección y casi
todos sus mandos estaban en el exterior y los pocos núcleos del interior tenían poco
margen de maniobra. Es un partido dividido entre los partidarios de un sistema
republicano y la no colaboración con los comunistas por un lado, y, por otro, los
partidarios de la monarquía constitucional y la colaboración con todos los partidos
políticos para conseguir la democracia.
En la extrema izquierda surgieron variantes del comunismo que iban desde el
PCE Marxista-leninista, hasta grupos terroristas como el FRAP.
En la derecha la oposición al régimen estaba integrada por varias tendencias,
entre ellas los monárquicos y la Democracia Cristiana.
Este último grupo participó en 1962 en el Congreso del Movimiento Europeo en la ciudad alemana de Múnich, lugar de encuentro entre los grupos de oposición de dentro y de fuera del país. Estos grupos pidieron a la entonces Comunidad Económica Europea que no aceptara a España como miembro mientras no
hubiera un sistema democrático homologable con los países de la citada organización. El régimen consideró esta reunión como una conspiración y lo denominó el “contubernio” de Múnich y muchos de los participantes en ese encuentro fueron arrestados al volver a España.
De la misma manera se vigorizó también la oposición de los partidos
nacionalistas como Esquerra Republicana de Catalunya o el Partido Nacionalista
Vasco, que se estructurarían en los últimos años del franquismo. En Cataluña se crea en
1971 la Asamblea de Cataluña que agrupaba a todas las fuerzas políticas de la
oposición catalana en la lucha por la libertad y la autonomía. De esta etapa es también
ETA, que surgió en 1959 como una escisión del PNV que mezclaba principios
marxistas y nacionalistas. A partir de 1968 adoptó la estrategia de la lucha armada
contra el franquismo, al que castigaría duramente en sus últimos años, el atentado más
famoso fue el que segó la vida del presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco en
1973.
2. La reorganización de la oposición política en vísperas de la muerte del
dictador (1974-1975).
La oposición es consciente de que el fin está próximo y se empiezan a realizar
los primeros contactos para organizar la España democrática. Este periodo es clave para
entender qué va a suceder en España tras el fallecimiento de Franco.
a) Fuerzas políticas en el exterior que se oponen a la continuidad del
franquismo.
Dentro de la ilegalidad y actuando tanto dentro como fuera del país, las
principales formaciones políticas opuestas al franquismo fueron:
- Monárquicos partidarios de retornar al sistema constitucional, con Juan de
Borbón.
- PSOE. En el Congreso de Suresnes, celebrado en esa localidad próxima a París
en 1974, fue elegido como Secretario General del Partido, Felipe González,
imponiéndose la tendencia socialista de monarquía constitucional.
- PCE, se había renovado y rejuvenecido, promovía también la formación de un
frente común antifranquista, defendiendo la reconciliación nacional y la superación de
los rencores provocados por la Guerra. Su Secretario en el exilio fue Santiago Carrillo,
partidario de un comunismo democrático, no sometido a los dictados de la URSS.
Estos dos últimos partidos, rivales y muy activos, van tejiendo alianzas con
fuerzas políticas distintas de cara a conseguir sus objetivos.
b) Los primeros pasos para formar alianzas.
En julio de 1974 se constituye en París la Junta Democrática, integrada por el
PCE, Comisiones Obreras, Partido Socialista Popular (dirigido por Tierno Galván),
carlistas de Carlos Hugo y políticos vinculados a don Juan, entre otros. Reclama una
total “ruptura” con la legalidad de la dictadura y la brusca desaparición del sistema
franquista.
Un año después, en julio de 1975, el PSOE (cuyo secretario era ya Felipe
González) animó a la formación de la Plataforma de Convergencia Democrática, a
imitación de la iniciativa Comunista. A la Plataforma se adhieren los democristianos y
liberales, los carlistas -que habían abandonado la Junta Democrática- y partidos de
extrema izquierda. Optaron por la vía de la “reforma” o “ruptura pactada”, es decir, la
transformación de la dictadura en democracia partiendo de su propia legalidad, e incluso contando con la voluntad de las fuerzas aperturistas.
De nuevo se manifiestan las discrepancias entre comunistas y socialistas, pero ambas tendencias coinciden en la necesidad de acabar con la dictadura, la no colaboración en la política del presidente Arias Navarro y la necesidad de una reforma constitucional.
c) El papel de los aperturistas en el interior.
Además de estas fuerzas “ilegales”, en el escenario que decide cuál será el futuro
político de una España sin Franco también cuenta el papel político desempeñado por el
cada vez más fuerte sector aperturista del franquismo (Fraga, Fernández Ordóñez, Pío
Cabanillas...), reclaman una reforma constitucional a partir de las instituciones y las
leyes franquistas. En este punto hay coincidencia con las ideas de la Plataforma de Convergencia Democrática.
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