jueves, 24 de febrero de 2011

Tema 7. ALFONSO XIII Y LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN.

PROYECTOS DEL REGENERACIONISMO POLÍTICO.
1. Características de la vida política: la permanente inestabilidad.
El periodo que va de 1902 a 1923 transcurre en una permanente crisis política que afecta a los fundamentos mismos del sistema de la Restauración. Las causas de esa inestabilidad y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos para superarla fueron muy diversas. Hay que mencionar, en primer lugar, la personalidad del rey. Alfonso XIII jugó desde el principio un papel activo: se implicó en los cambios de gobierno, participó en la acción política, y se rodeó del sector más conservador del generalato, por cuyas opiniones se dejó influir de forma continua. Su actitud de apoyo a la Dictadura sería decisiva para el descrédito final en que cayó la Monarquía.Una segunda causa fue la división de los partidos del «turno», provocada por ladesaparición de los dirigentes históricos y las luchas entre los nuevos políticos emergentes por el control de sus grupos. Además, ni liberales ni conservadores tuvieron líderes claros, capaces de poner al día sus partidos.El progresivo debilitamiento del caciquismo restó eficacia al falseamiento electoral.Las denuncias de los regeneracionistas obligaron a limitar las manipulaciones en las zonas agrarias. Además, el mayor peso del voto de las ciudades, donde apenas era posible el fraude, fue poco a poco restando influencia a la corrupción política.Como resultado, las mayorías en las Cortes fueron precarias. Al fraccionamientoparlamentario contribuyó la aparición y el crecimiento de otros partidos políticos. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas incrementaron cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a recurrir a los gobiernos de concentración donde participan varios partidos.
2. Los grandes problemas del país.
A lo largo del reinado hubo una serie de grandes problemas que marcaron la vida política. El primero de ellos fue el aumento de las luchas sociales. En su origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos y el aumento de su capacidad de movilización. Ante las demandas obreras, la acción de los gobiernos fue escasa, y las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores hicieron más agudos los conflictos.El segundo gran problema fue la reaparición de la cuestión religiosa, al agudizarselas denuncias de sectores progresistas sobre el dominio que la Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de religiosos. Socialistas, republicanos y un sector significativo del Partido Liberal reclamaron que se recortara su poder, que se limitara el número de congregaciones y que se regulara el matrimonio civil. El anticlericalismo se fue extendiendo en buena parte de la opinión pública urbana, y sobre todo entre las clases populares.En tercer lugar resurgió el llamado problema militar. La guerra de 1898 habíademostrado la degradación de las Fuerzas Armadas, en las que sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. A un estamento militar herido, que atribuía toda la responsabilidad de la derrota a los políticos y que reivindicaba la vuelta al papel protagonista que el Ejército había desempeñado en el siglo XIX, se enfrentaban sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que acusaba a los militares de la derrota.La cristalización de los movimientos nacionalistas vasco y catalán fue percibidadesde los partidos de turno como otro gran problema. El Desastre produjo en el País Vasco un incremento del nacionalismo. Pero fue sobre todo en Cataluña donde la pérdida de las colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional. Para los políticos conservadores de Madrid y para los militares, sin embargo, nacionalismo equivalía a separatismo y a riesgo de disgregación de la Patria.Por último, hay que mencionar el problema de Marruecos. Desde finales del sigloXIX el interés por el reino norteafricano había ido aumentando. Tras el Desastre, laposibilidad de reconstruir allí el imperio suscitó las esperanzas de los colonialistas españoles. Y España se embarcó en una aventura que le consumiría ingentes cantidades de tropas y recursos, y que, además de la pérdida de vidas y recursos materiales, contribuiría a envenenar el clima político y a agudizar la separación entre el Ejército y la sociedad civil.
3. Evolución política entre 1902 y 1914.
Hasta 1912 la tendencia principal de los gobiernos españoles estuvo marcada por los intentos de aplicar las reformas regeneracionistas, es decir, de reformar y modernizar España atacando todos sus males. Casi todos estos intentos fracasaron por las disputas internas entre los partidos y la corta duración de los gobiernos. Fue, por otro lado, un periodo muy inestable, en el que hubo continuos cambios de gabinete, con una media de cinco meses de duración.
a) Inestabilidad política desde 1902 a 1907.El desastre de 1898 no tuvo importantes repercusiones políticas. Conservadores y liberales siguieron turnándose en el gobierno a pesar de la desaparición durante estos años de los autores del llamado “turno”: Cánovas murió en 1897 y Sagasta en 1903. Alfonso XIII accedió al trono en 1902 y entre este año y 1907 se produjo la primera quiebra del sistema de la Restauración.Entre 1902 y 1905 gobernaron los conservadores, y entre 1905 y 1907 los liberales;no obstante, en estos años hubo cinco gobiernos conservadores y cinco liberales. Este hecho traduce las divisiones internas de ambos partidos, motivadas básicamente por la lucha por el liderazgo: Fernández Villaverde y Maura entre los conservadores y Montero Ríos y Moret, y después Canalejas, entre los liberales. Debido a esta inestabilidad se vieron frustradas todas las tentativas de regeneración de la vida política.
b) El problema de los nacionalismos y su choque con el poder militar.A raíz del desastre del 98 y ante la pérdida de mercados, el nacionalismo catalán cobró una mayor fuerza, incorporando a su movimiento a nuevos grupos sociales. En 1901, se había fundado la Lliga Regionalista, partido nacionalista liderado por Prat de la Riba y Francesc Cambó. Apoyada por las clases medias y altas de Cataluña, su crecimiento fue rápido y en 1905 ganó las elecciones municipales de forma aplastante. Este incremento era mal visto por el estamento militar que consideraba al catalanismo como meramente separatista.El año 1905 se producirá el choque entre los militares y los nacionalistas catalanes.En ese año el semanario satírico catalán Cu-cut! publicó un chiste antimilitarista. Unos trescientos oficiales de la guarnición de Barcelona decidieron vengar lo que consideraban un ataque directo y asaltaron las sedes de Cu-cut! y de la Veu de Catalunya, diario cercano a la Lliga Regionalista. Los autores de estos ataques, en lugar de ser castigados por indisciplina, recibieron el apoyo de las guarniciones del resto de España. La protesta fue más allá: el estamento militar exigió al Gobierno una ley de jurisdicciones, según la cual los delitos contra el Ejército y la patria quedarían bajo control de los tribunales militares. El gobierno liberal, presidido por Segismundo Moret, accedió a ello en 1906 en medio de disturbios y protestas en la calle. Esta nueva ley identificaba los delitos contra el Ejército, incluidas las injurias, como delitos contra la Patria, y los ponía bajo la jurisdicción militar. La “ley de jurisdicciones” desprestigió a los liberales. Su derogación se convirtió en la reivindicación clave de los partidos nacionalistas y republicanos y del movimiento obrero. Ayudó, además, a unir a las principales fuerzas nacionalistas catalanas, desde carlistas a republicanos, en Solidaritat Catalana, una plataforma que en 1907 obtuvo una contundente victoria electoral que hizo desaparecer casi por completo a los partidos liberal y Conservador en Cataluña. Con esta ley sufrió un retroceso importante una de las características de la Restauración de Cánovas: la primacía del poder civil sobre el militar.
c) Los inicios de la aventura marroquí.España quería ganar prestigio a nivel internacional tras el desastre del 98. Latradicional intervención española en el norte de África fue reconocida por Francia, en un momento en el que las potencias europeas se habían repartido ya el continente europeo y sólo quedaban algunos territorios por repartir. Junto al apoyo del ejército a favor de la intervención en el norte de Marruecos hemos de contar los intereses de la burguesía ante las perspectivas de negocio por la construcción de ferrocarriles y la explotación de las minas de hierro del Rif.Después de un primer acuerdo franco-español en 1904, que otorgaba a España laadministración del Rif, el norte de Marruecos, en 1906 la Conferencia de Algeciras concedió a ambos países el protectorado conjunto sobre el sultanato. Posteriores acuerdos reducirían aún más el exiguo territorio reconocido a España. En este periodo no se llevó a cabo ninguna operación miliar, España no hizo efectivos sus derechos.
d) El regeneracionismo de Maura (1907-1909).Durante estos años se produjo el último intento por parte de los partidos dinásticos de renovarse y de afrontar los problemas reales de la sociedad española. Dos políticos de indudable talla, el conservador Antonio Maura (1907-1909) y el liberal José Canalejas (1910-1912) fueron los protagonistas de este impulso renovador, cuyo fracaso arrastró al propiosistema de la Restauración.En enero de 1907 el rey nombró jefe de Gobierno a Antonio Maura, líder del PartidoConservador. Sus intentos regeneracionistas quedarían expresados en la frase Hagamos la revolución desde arriba o nos la harán desde abajo, con ello dejaba claro que era necesaria una reforma en profundidad de la vida pública y la mejora de las condiciones de vida de las clases populares para evitar cualquier levantamiento popular que hiciera peligrar el sistema.Maura emprendió un ambicioso programa de gobierno que incluyó una serie de medidas deinversión pública, a través de la Ley de Protección de la Industria Nacional, el plan de reconstrucción naval -en la línea del rearme que las potencias europeas emprendían en plena carrera de armamentos-, y actuaciones dirigidas a mejorar la situación de la agricultura.Para atender las demandas sociales, en 1908 se estableció el Instituto Nacional dePrevisión, antecedente de la Seguridad Social. También se reguló el descanso dominical y la jornada laboral de mujeres y niños.En el terreno político, Maura apostaba por una reforma que atrajera a la “masaneutra” del país hacia la política, rompiendo la indiferencia que denunciaron losregeneracionistas y acabando con el caciquismo. Modificó la ley electoral para establecer el voto obligatorio y la proclamación automática de candidatos sin oposición.Pero la más ambiciosa reforma de Maura era la nueva Ley de Administración Local,por la que se creaban las mancomunidades, asociaciones de las Diputaciones de cadaregión, un primer paso para un autogobierno regional. La ley contó con el respaldo de la Lliga, pero la resistencia de los representantes de la oligarquía impidió su aprobación. En el fondo, ni conservadores ni liberales estaban dispuestos a renunciar a los privilegios que les otorgaba el sistema caciquil y centralista.
e) La Semana Trágica de Barcelona (1909) y la confluencia de todos losproblemas.En los primeros años del siglo Cataluña vivió un importante auge de lasmovilizaciones obreras, protagonizado por los activos grupos anarquistas. En 1907 se creó Solidaridad Obrera -integrada por anarquistas, republicanos y socialistas- como alternativa a Solidaritat Catalana la fuerza política nacionalista y burguesa.En esos años surgió un nuevo grupo político, el Partido Republicano Radical, dirigidopor Alejandro Lerroux que captó a una buena parte de las clases medias y de los trabajadores sobre todo entre los inmigrantes que llegaban a Barcelona y su cinturón industrial. Este partido restó fuerza al movimiento obrero, con un programa demagógico, anticlerical y españolista.Otros factores de tensión en Barcelona fueron el anticlericalismo, patente en elaumento de los ataques a la Iglesia por parte de la prensa y de la opinión pública, y el antimilitarismo, que se había incrementado enormemente desde la aprobación de la “ley de jurisdicciones”. A esa situación explosiva se unió, por último, la posición autoritaria de Maura.Pero fueron la situación de Marruecos y los errores del Gobierno los que provocaronla crisis. En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas próximas a Melilla atacaron a los trabajadores españoles de una de las compañías mineras. El Gobierno Maura decidió enviar al ejército y aprovechar la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas.Ordenó la incorporación de éstos en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades se produjeron fuertes protestas y manifestaciones protagonizadas por mujeres y madres de los alistados.Días después se produjo el primer choque contra los marroquíes cerca de Melilla. Lasprimeras noticias del desastre del Barranco del Lobo, que causó más de 1.200 bajas,coincidieron con el inicio de una huelga general en Barcelona, el día 26, convocada por Solidaridad Obrera y respaldada por UGT. El paro fue total, y se declaró el estado de guerra, mientras la huelga se extendía a las ciudades industriales vecinas. Durante tres días se sucedieron asaltos y quemas de conventos, luchas callejeras, incendios y enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la policía y el Ejército. Barcelona quedó aislada del exterior.El balance fue de más de un centenar de muertos, numerosos heridos y edificiosdestruidos. Luego llegaron las detenciones en masa y los juicios. El más grave fue elprocesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna. Hoy parece demostrado que no participó en los hechos. Su ejecución se produjo en medio de una oleada de protestas internacionales.Las consecuencias de la Semana Trágica fueron importantes. Provocó la caída deMaura, muy desprestigiado. Propició la Conjunción republicano-socialista, una alianzaelectoral que en 1910 consiguió un gran éxito y otorgó el primer escaño en las Cortes a Pablo Iglesias. Y, en general, contribuyó a reforzar las organizaciones sociales y a extender la crítica al sistema político de la Restauración entre la opinión pública.f) El Gobierno Canalejas, último intento regeneracionista (1910-1912).Entre 1910 y 1912 dirigió el Gobierno José Canalejas, líder del Partido liberal.Durante su mandato se suprimieron los consumos; se estableció el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se restringieron las exenciones de quintas; y se reguló el trabajo nocturno femenino. Las Cortes aprobaron también la “ley del candado”, por la que se prohibía durante dos años la instalación de nuevas comunidades religiosas. Se pretendía negociar en ese plazo un acuerdo con el Vaticano, pero nunca llegaría a ultimarse.En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley deMancomunidades, que permitía un inicio de autogobierno y satisfacía las peticionescatalanistas. Pero el jefe de Gobierno no llegó a ver aprobada la ley en el Senado: el 12 de noviembre caía asesinado en Madrid por los disparos de un radical anarquista. Con su muerte, se iniciará una etapa de crisis permanente en los dos partidos dinásticos.
LA CRISIS DEL SISTEMA PARLAMENTARIO (1914-1923).
En el ámbito internacional, el reinado de Alfonso XIII coincide con la etapa de la carrera de armamentos que desembocó en el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que tuvo repercusiones profundas en la economía y en la vida política de España. La profunda crisis que va de 1917 a 1923 está, a su vez, conectada con la depresión económica de posguerra y con las consecuencias del triunfo de la revolución comunista en Rusia en 1917.
1. El impacto de la Primera Guerra Mundial.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, fue seguido de una declaración de neutralidad del Gobierno español, que obtuvo un respaldo prácticamentegeneralizado. Al aislacionismo que había caracterizado la política española desde hacía más de un siglo, se unía la conciencia de la propia debilidad diplomática, económica y militar.La neutralidad, sin embargo, no impidió que la opinión pública se dividiera entre “aliadófilos” y “germanófilos”, ni que el tema se debatiera apasionadamente en las Cortes, la prensa y la calle. En general, la opinión progresista, los intelectuales y los sectores financieros e industriales apoyaban a los aliados, a quienes se identificaba con el liberalismo parlamentario, mientras los “germanófilos” eran mayoría entre los oficiales, el clero, la aristocracia y los terratenientes, que se identificaban con el orden, la disciplina y elconservadurismo asociados a la imagen de Alemania.Mucho más importantes fueron las consecuencias económicas. Tras unos meses derecesión, provocada por la salida de capitales y el hundimiento de los negocios, a partir de 1915 se produjo un auténtico boom económico. España se convirtió en suministradora de los países en guerra.Pero también afloraron las consecuencias sociales negativas. La repatriación deemigrantes incrementó el paro y las exportaciones y la escasez dispararon los precios muy por encima de los salarios. Tampoco los beneficios se repartieron entre todos los grupos sociales. La falta de alimentos agravó la situación, agudizando la distancia entre ricos y pobres y provocando una tensión social explosiva.
2. La crisis de 1917.
La llamada crisis del verano de 1917 puso de golpe sobre la mesa todas las cuestionesgrandes y pequeñas que se habían manifestado a lo largo de unos años de esfuerzos porconseguir la aproximación entre la España "oficial" y la "real". Fueron en realidad tres revoluciones las que coincidieron de forma consecutiva entre los meses de junio y agosto, aunque no conectaron entre sí. Todo comenzó con una "revolución" de los militares, siguió con otra de la burguesía y acabó con la del proletariado. Tras la crisis de 1917, como analizaremos a continuación, la monarquía quedó en pie, pero quebrantada; la opinión pública despertó y el proletariado agudizó su conciencia de clase, y su fracaso táctico en ese año se convertirá en el preludio de una unión de izquierdas que culminaría en 1931.
a) Las Juntas de Defensa.La oficialidad se estaba organizando para reforzar su presencia en el Estado y mejorar sus ingresos. Por eso, en el origen de las llamadas Juntas de Defensa existió una mentalidad sindicalista de unidad para ejercer presión. Lo que influyó de forma directa en su organización, aparte de la cuestión de los sueldos, fue la reintroducción en 1910 de los ascensos por méritos de guerra, que habían sido suprimidos a raíz de la guerra de Cuba y Filipinas por los grandes abusos a que habían dado lugar.Ahora, las posibilidades de ascenso estaban en Marruecos; una "preparada" marcha alRif por unos meses daba pie al Rey para favorecer a sus amigos y, por otra parte, beneficiaba sobre todo los oficiales jóvenes y solteros -sin problemas de familia, por tanto- que; además de cobrar allí sueldos más altos, a la vuelta se veían rápidamente ascendidos en el escalafón.En enero de 1917 se habían formado Juntas de oficiales de Infantería y de Caballeríaen la mayor parte de las guarniciones del país. Sus objetivos eran: oponerse al ascenso por méritos de guerra; solicitar una subida de los sueldos -máxime cuando eran evidentes las diferencias con los de Marruecos-, enfrentándose a los políticos parlamentarios, quienes aparecían como responsables de las medidas; exigir que los gobiernos y el pueblo tuvieran más respeto al Ejército, cuya misión era ser la columna vertebral del país.A la vista de tantos frentes, la solución desde el poder fue intentar atraerse al Ejército como fórmula para sostener a la monarquía. Y el resultado fue la Ley del Ejército de junio de 1918, que trajo la subida de los sueldos y la regulación de los ascensos por una Junta de Clasificación que, evidentemente, frenaba los ascensos espectaculares. Lograda la pretensión, el Ejército volvió a convertirse en pilar de la Monarquía y del Gobierno frente al problema social; pero con una matización, ahora dominaba al Gobierno porque éste lo necesitaba.
b) La Asamblea de Parlamentarios.El segundo acto de la crisis de 1917 fue la Asamblea de Parlamentarios.Básicamente, resultó un intento por parte de la burguesía de hacer su revolución contra el sistema político. Acabó en un fracaso porque puso de manifiesto e! doble temor burgués a un proletariado que quiso utilizar y a que el movimiento se le fuera de las manos.Desde febrero de 1917 las Cortes estaban cerradas, no por incompetencia, sino por miedo a que se planteara el debate de los graves problemas por los que atravesaba el país, y había tantas cuestiones que solucionar que Cambó, jefe de la Lliga y de la burguesía política catalana, decidió intervenir. La insurrección de las Juntas de Defensa daba suficientes motivos para abrir las Cortes; en caso de recibir respuesta negativa del gobierno de Dato, había que proceder a convocar una asamblea de parlamentarios para imponer un gobierno de concentración con las fuerzas más representativas, y así salvar al país. No cabía duda de que la oportunidad de Cambó para imponer su idea de un régimen federativo para el Estado era única.El Gobierno no atendió a la petición de que se abrieran las Cortes, y el 5 de julio se reunieron en Barcelona 59 diputados y senadores catalanes para señalar que la situación no podía continuar así. Cambó proponía que, a la vista del desorden, era voluntad de Cataluña la obtención de un régimen de amplia autonomía, y que era de gran conveniencia para España transformar la organización del Estado, sustentándola en un régimen de autonomías más de acuerdo con la realidad de la vida española, de forma que la cohesión general trajera una mayor aportación de las energías que, en ese momento, estaban ocultas. Era, en definitiva, la rebelión de las clases y los grupos progresistas contra la oligarquía que ejercía el poder, buscando un gobierno de amplio consenso representativo de las fuerzas del país.Pese a todas las dificultades, la Asamblea de Parlamentarios, en acción abierta contra el Gobierno, se celebró en Barcelona el 19 de julio. Para entonces los contactos con los partidos de izquierda habían fracasado, porque, mientras la Lliga Regionalista quería acabar con el sistema de turno de los partidos para iniciar una regeneración por cauces monárquicos, las izquierdas pretendían hacer una revolución contra el Estado oligárquico.Y, de nuevo, el contraataque del Gobierno, que disolvió la Asamblea -que, como en elcaso de las Juntas Militares, había sido muy bien aceptada por la opinión pública- tachándola de separatista. En los meses siguientes la fuerza de la Asamblea se fue diluyendo. Sin duda, influyó mucho el miedo a la revolución social intentada con la huelga general de agosto.c) La huelga general.Desde el principio, esta huelga más que beneficiarse se resintió de los dos movimientos anteriores. Para cuando empezó, los militares ya estaban dispuestos a impedir toda subversión social o política, y los catalanes ya no pretendían llegar más allá de donde habían llegado. Los motivos profundos de la huelga fueron que España era uno de los pueblos más atrasados de Europa por culpa de todos, gobernantes y gobernados; y que la clase obrera había comprendido que los gobernantes no harían nada por salir de la atonía, luego había que sacudir al mundo político.En mayo de 1916 el Congreso de la UGT propuso una huelga general, que sería fundamentalmente política, para lograr, con la unión de los partidos republicanos, la salida del Rey y la formación de un gobierno provisional. En ese mes, UGT y CNT iniciaron sus contactos para pedir al Gobierno asuntos concretos, entre los cuales el principal era el abaratamiento de las subsistencias. El momento de toma de conciencia de la fortaleza de la coalición de las izquierdas fue la huelga general de 24 horas en diciembre, que resultó un éxito.Romanones prometió resolver el problema de las subsistencias y las demás peticionesobreras, pero dejó de ser presidente del gobierno, y cuando Dato llegó al poder, en junio de 1917, no se consideró en la obligación de cumplir las promesas de su predecesor. Fue entonces cuando se formalizó la decisión de las izquierdas de llevar a cabo una huelga general que sería pacífica, extendida por todo el país y que se prolongaría lo que fuera necesario. El momento parecía propicio porque entonces los militares y la burguesía catalana estaban en contra del Gobierno; sin embargo, aparecieron divergencias entre los organizadores: el PSOE y la UGT preferían esperar hasta que se pudiera tener la seguridad de éxito y la CNT quería entrar en acción cuanto antes.¿Cómo empezó la huelga? Todo se precipitó y a los organizadores se les fue de lasmanos. El mismo día en que se reunió la Asamblea de Parlamentarios, el 19 de julio, se produjo en Valencia una huelga de ferroviarios y tranviarios que acabó en despidos por parte de la Compañía del Norte sin posibilidad de readmisión. A partir de ese momento empezaran las consecuencias en cadena. Desde entonces, y durante agosto, hubo huelgas en las principales poblaciones industriales; los huelguistas se enfrentaron al ejército y hubo muertos y heridos en Madrid, Barcelona y en las regiones industriales de Vizcaya y Asturias.Pese a la durísima actitud del Ejército, la huelga tardó en ser dominada; en Barcelona, por ejemplo, duró diecisiete días. El factor esencial para el fracaso de la huelga fue el Ejército. Los organizadores de la huelga pensaron en un primer momento que llegaría a inhibirse, pero éste actuó al lado del Gobierno y lo hizo para demostrar a todo el país dónde estaba la verdadera fuerza de orden y para dar testimonio de fidelidad a la monarquía frente a los políticos. Tal actuación, desde luego, le valió la pérdida del prestigio popular y le determinó a intervenir en la vida política.3. La agonía del sistema de la Restauración.El sistema político de la Restauración había dado pruebas de su incapacidad para regenerarse desde dentro, pero lo peor era que tampoco permitía cualquier vía o solución que le salvara de aquella situación de agotamiento evidente.El sistema se había introducido en un verdadero callejón sin salida.Tras la crisis de 1917 ya nada será igual. El sistema político está herido de muerte.Los partidos dinásticos (Conservador y Liberal) siguen padeciendo crisis internas y luchas por el liderazgo, esto genera, además, una inestabilidad política permanente. La alternancia se ha acabado, pero en su lugar se forman gobiernos de concentración (con participación de todos los partidos) que aportan todavía menos estabilidad. En este periodo se suceden doce gobiernos distintos. Por si fuera poco, el rey participa en la vida política más de lo que sería deseable.Pero el panorama podía ser peor: las reivindicaciones autonomistas catalanas se hacencada vez más fuertes, estas, pasarán a un segundo plano por un rebrote inusitado de la violencia social del que hablaremos más adelante. El golpe de gracia lo da el desastre de Annual en la guerra de Marruecos, donde más de 12.000 soldados son masacrados por el líder rifeño Abd-el-Krim.4. La guerra social.Por si no hubiera bastante con la inestabilidad del sistema y con la desesperanza queprovocaba la imposibilidad de desbloquearlo, un acontecimiento vino a complicar las cosas todavía más: la guerra social barcelonesaLa guerra social es la expresión más utilizada por algunos historiadores para denominar a la fase crítica de la lucha establecida entre la patronal catalana y las diversas organizaciones obreras, que tuvo lugar principalmente en la ciudad de Barcelona, entre 1919 y 1923. La lucha violenta había venido precedida de una serie de movimientos huelguísticos, entre los que conviene señalar uno sobre todo: la huelga de La Canadiense, de febrero de 1919 en Barcelona, la primera gran huelga ganada por el movimiento obrero. El resultado de La Canadiense produjo varios efectos contrapuestos:
- La reacción de la patronal, que tomó las consecuentes contramedidas: el lock out(cierre patronal de una fábrica) y la fundación de un sindicato amarillo para luchar contra los sindicatos de clase: los llamados Sindicatos Libres.
- La actividad terrorista por una y otra parte se tradujo en una situación de pistolerismo organizado a través de la contratación de matones a sueldo por parte de la patronal, que era respondido en igual medida por las organizaciones obreras, con muertes y destrucciones por una y otra parte.
Por otra parte el campo andaluz no estuvo exento de problemas. Los levantamientosanarquistas eran constantes y sangrientos, algún historiador ha denominado a esta etapa como trienio bolchevique.Las causas para explicar todo este estallido de violencia social está en la crisis económica que sacudió Europa tras la I Guerra Mundial. A esta crisis internacional en España concretamente se sumó el fin de las exportaciones a Europa y que los precios no volvían al nivel de antes de la Gran Guerra tras el inicio de la etapa exportadora. Ni que decir tiene que el crecimiento de los salarios iba muy por debajo del de los precios de los productos de primera necesidad.Otra segunda causa era el deseo de imitar la revolución rusa. Esta revolución se dio en octubre de 1917 y supuso el triunfo de un movimiento obrero que por primera vezconquistaba el poder político en un país siguiendo las ideas de Marx. Toda Europa se vio sacudida por movimientos de este tipo, acabaron todos en fracaso.
5. El desastre de Annual y sus consecuencias.
Tras el intermedio que supuso los años de la I Guerra Mundial en el proceso de ocupación militar de Marruecos, Francia acelera la carrera y hace saber a España que si no ocupa su zona la ocupara ella. De manera precipitada se hacen los preparativos para concluir la conquista. Enfrente están las cabilas rifeñas de Abd-el-Krim que conocen perfectamente el terreno y desarrollan actos de hostigamiento al ejército español. El comisario español en Marruecos (máxima autoridad militar del Protectorado) es el general Berenguer, éste se encargará de ocupar la zona occidental; la zona oriental estaría al mando del general Fernández Silvestre que iniciará la ocupación desde Melilla. Silvestre, sin embargo, en una pésima actuación diseñada en la comandancia de Melilla, inició una penetración rápida, sin tomar la precaución de no quedar aislado de la retaguardia, con lo que quedaría a merced delas tropas irregulares de Abd-el-Krim, el caudillo rifeño.Las tropas españolas, aisladas en la ratonera de Annual en 1921, sufrieron un grandescalabro, huyendo en desbandada mientras eran acribilladas por los irregulares de Abd-el- Krim. Trece mil hombres perdieron la vida en una acción tan desastrosa como poco honrosa.Para determinar las responsabilidades del desastre de Annual se inició la instrucciónde una investigación: el Expediente Picasso. Pero en esto, se produjo el golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera.
C. DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y CAÍDA DE LA MONARQUÍA.
1. Causas del golpe de Estado. El directorio militar (1923-1925).
Durante la primavera de 1923 ya se estaba conspirando desde dos movimientos distintos y diferenciados, pero convergentes en la necesidad de derrocar el gobierno liberal. El primero estaba vinculado a las desaparecidas Juntas de Defensa de Barcelona, de las queluego se valdría Primo de Rivera, y buscaba mediante un golpe de fuerza "disolver las Cortes" y quitar el papel político a la oligarquía para dárselo a las clases medias. El segundo, vinculado a Madrid, tenía como objetivo recoger las aspiraciones del ejército de África sobre el futuro marroquí. Pretendía la "instauración de un gobierno fuerte" y dispuesto a resolver los problemas generales del Ejército y del orden público manteniendo la Constitución y la monarquía. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, entró en relación con este segundo grupo cuando viajó a Madrid en junio, llamado por el Gobierno. En el encuentro pidió plenos poderes para luchar contra el terrorismo en Barcelona y, como no llegó a un acuerdo, se convirtió en enlace entre ambos grupos y, más tarde, en jefe de la sublevación.
a) Los factores del golpe de Estado.Primo de Rivera dio su golpe de Estado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923. Dela noche a la mañana, casi sin ningún rumor previo en la prensa de los días anteriores y sinderramamiento de sangre, dominó la situación de la capital catalana, punto clave en lapolítica española en esos años. El Gobierno vaciló, mejor podría decirse que no fue capaz de reaccionar, y acudió al monarca para que tomara cartas en el asunto; pero Alfonso XIII dejó pasar lentamente las horas y, transcurridos los primeros momentos, apoyó abiertamente al general sublevado, a quien confió la tarea de formar gobierno. En tres días España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario. El régimen deCánovas había desaparecido.Primo de Rivera no pretendió establecer un régimen definitivo; su cometido eraestablecer un “paréntesis de curación” transitorio. Y precisamente esta sería la contradicción evidente que vivió el dictador durante su gobierno y que se volvería contra él: pasó de la provisionalidad a un intento de perpetuación que no sería aceptado por aquellos que le habían apoyado en un primer momento.
b) Los apoyos sociales.La implantación del Directorio Militar -nueva denominación del gobierno- fue aceptada con satisfacción por la gran masa neutra del país, que presentía un seguro restablecimiento del orden, y esto le era suficiente; si bien, y en pura lógica, los partidos políticos recibieron el golpe de Estado con recelo y vacilación.El golpe de Estado fue posible, sobre todo, por la actitud de dos fuerzas: la burguesía y el movimiento obrero. Aquella se puso sin disimulos del lado de la dictadura, y la que marcó la pauta fue la catalana; la burguesía moderna, con esta postura, alcanzaba lo que había intentado desde 1875: frenar a la clase obrera y a los políticos de los antiguos partidos, defensores en su gran mayoría de la España retrasada y terrateniente. Pero del mismo modo, iba a abandonar al dictador en 1930, cuando juzgó que su sistema no le servía para mantener y salvar la estructura económica, base de su influencia. La dictadura pudo establecerse porque, al carecer el movimiento obrero de una firme conciencia política, no hubo lugar a protestas; los obreros, que serían los que iban a sufrir con creces el peso del régimen, se mantuvieron tranquilos. Anarcosindicalistas y comunistas, considerando la instauración de la dictadura como un movimiento de profunda reacción social que amenazaba a los grupos de vanguardia del proletariado español y a la propia vida de los sindicatos, se prepararon para defender su existencia. En cambio, el Partido Socialista y laUGT pasaron de una actitud expectante, que era ya asentimiento, a la aceptación y la colaboración a lo largo de los casi siete años del gobierno de Primo de Rivera.La Dictadura de Primo de Rivera está relacionada con la aparición de movimientostotalitarios en la Europa de entreguerras.c) El directorio militar.En los meses comprendidos entre septiembre de 1923 y diciembre de 1925 -etapa del Directorio Militar- Primo de Rivera siguió una política de acabar con lo anterior. El RealDecreto de 15 de septiembre fijaba la organización de un Directorio, presidido por Primo deRivera, que reunía en su persona todas las facultades, iniciativas y responsabilidades degobierno. En la práctica, el ministro único, Primo de Rivera, asesorado por un Directorio,compuesto por generales de brigada y un contraalmirante, sometía al Rey -o, mejor, a sufirma- todas las resoluciones adoptadas. Es de observar que, consecuentemente, el funcionamiento de toda la Administración quedó, de hecho, en manos del Ejército en ese tiempo. A la vez, tomó otras medidas urgentes: suspendió las garantías constitucionales,destituyó a los gobernadores civiles de las provincias, disolvió las Cortes y, sin suprimirla,suspendió la Constitución de 1876 como medio previo para arrasar a los partidos políticos,base hasta entonces del sistema parlamentario. Decretó que los ayuntamientos y las diputaciones provinciales fuesen intervenidos y, en un deseo de retar a las antiguas castaspolíticas y para separar el poder político del económico, publicó el Decreto deIncompatibilidades, por el cual nadie que hubiese sido ministro o alto funcionario podíaintervenir en los consejos de administración de las compañías que contrataban con el Estado.La Unión Patriótica y su papel.Aparecieron dos estructuras nuevas con carácter regeneracionista que tomaban a los municipios como pilares fundamentales del régimen: la figura de los delegados gubernativos y el Estatuto Municipal de marzo de 1924. Para redondear el control gubernamental sobre los municipios nació la Unión Patriótica (UP). No era un partido político ni quería serlo, y eso lo recalcó muchas veces la dictadura, pero no cabe duda de que esta organización tenía mucho de "único partido" gubernamental. En ella Primo de Rivera pretendió aglutinar a todos los patriotas de buena voluntad y enemigos del desorden, aunque carentes de ideario y sin vinculación política definida, en la empresa de sostener el nuevo quehacer.La UP recogía las ansias populistas del dictador y también su autoritarismo. En cierto modo, sustituía al voto democrático. Sin embargo, en su sistema organizativo los gobernadores civiles y los delegados gubernamentales serían los encargados de crear los comités de la nueva organización, lo cual se asemejaba mucho a los procedimientos de la vieja política desterrada y contrastaba con el proclamado "regeneracionismo" de Primo de Rivera.La Unión Patriótica, el Estado y el Gobierno no se confundían. Teóricamente, los miembros del Directorio y los gobernadores civiles no tenían por qué pertenecer a ella, pero sí los miembros de los ayuntamientos y las diputaciones provinciales. En su formación reunió una amalgama de gentes procedentes del carlismo, del conservador maurismo, de propietarios de la tierra o burgueses industriales -ávidos de gozar del apoyo del Gobierno- y del incipiente catolicismo político. Por eso, quizá, nació muerta y su intento de reunir hombres "nuevos y apolíticos" fue vano.La solución del problema marroquí: el desembarco de Alhucemas de 1925.Todavía le quedaba a Primo de Rivera una cuestión importante que solucionar antes de dar paso a una modificación interna del régimen, y era Marruecos. Su resolución fue el éxito más evidente de la dictadura. Tras haber pasado por una postura inicial “abandonista” y luego “semi-abandonista”, los nuevos ataques rifeños a las posiciones españolas en 1924 yuna conversación con el jefe de la Legión, Franco, y con el general Sanjurjo, le decidieron aproporcionar todos los recursos para acabar con el conflicto. De hecho, con tal determinación todo el mundo respiró. Fue preparado un Ejército potente y modernizado que, unido al también potente ejército francés, desembarcó en la bahía de Alhucemas en septiembre de 1925 en la primera operación conjunta conocida en la historia de la estrategia militar que reunió fuerzas de tierra, mar y aire. Tras varias semanas de duras batallas, Abd-el-Krim se entregó a las autoridades francesas para no ser prisionero del ejército español.El gran éxito conseguido por Primo de Rivera fue, ante todo, político y popular; le reconcilió con los ciudadanos cansados de guerras, con todo el ejército, porque había salvado su honor, con los empresarios inversores en Marruecos y con su propia Hacienda, que pudo empezar a pensar en la reducción del déficit presupuestario.
2. El directorio civil (1925-1930).
La caída de la monarquía.
a) El directorio civil. En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil. En el nuevo gobierno colaboraban ahora viejos amigos, como el militar Martínez Anido, y nuevos políticos, como Calvo Sotelo, sin que faltara un representante de la oligarquía tradicional como el Conde de Guadalhorce. Con todo, el Gobierno siguió manteniendo en suspenso los preceptos constitucionales y legislando por decreto.Fueron tiempos en los que el país gozó de una economía en alza porque la de Europa lo estaba. El régimen no aportó modelos económicos ni nuevos esquemas de acción, sino que se limitó a proceder con los tradicionales y, concretamente, a propiciar la industrializacióndesde un intervencionismo estatal, a mejorar la agricultura participando en la introducción de nuevas técnicas y a incrementar el comercio exterior. La base práctica de estas tres políticas fue un gran desarrollo de las obras y los servicios públicos y, con el apoyo del Partido Socialista -a través de la UGT -, pudo crear un montaje de estructura corporativa a la italiana para las relaciones capital-trabajo e intentó aplicar una importante reforma fiscal que, por primera vez, introducía el impuesto sobre la renta.
b) La oposición y la caída de la dictadura.Sin embargo, no pudo, o no quiso, solucionar otros problemas. La cuestión catalana fueuno de los principales, y ello por tres motivos: 1) la persecución de la lengua catalana; 2) laintervención gubernamental en la elección de la Junta del Colegio de Abogados de Cataluña, obligando, además, a publicar su guía oficial en castellano; 3) su intromisión en la esfera eclesiástica -prohibiendo, otra vez, la utilización del catalán en los actos litúrgicos-, lo que trajo una reacción de los obispos.Pero, además, tampoco supo frenar a un movimiento obrero que, a medida que pasaba el tiempo, iba tomando posiciones. A partir de 1928 el PSOE empezó a pensar que, puesto que no había un auténtico régimen parlamentario, la única salida debería ser la república; y lo mismo propusieron el Partido Comunista y los anarquistas de la CNT.Hubo dos fuerzas que contribuyeron directamente a la caída de Primo de Rivera: los intelectuales y el ejército de la Península. Los intelectuales, que no habían aceptado el régimen desde el principio, se vieron atacados con la destitución de Unamuno como rector de la universidad de Salamanca y con su posterior destierro; con la clausura del Ateneo deMadrid porque, se decía, estaba derivando al republicanismo, y con el Proyecto de ReformaUniversitaria, en el que se otorgaba la expedición de títulos con valor universitario a los jesuitas de Deusto y a los agustinos de El Escorial. Las revueltas de los universitarios en elcurso 1928-1929 acabaron con represiones y con el cierre de la Universidad. Los militaresdestinados en la Península se encontraron con un Primo de Rivera favorable a los militares de Marruecos y poco proclive hacia los convencionalismos que protegían la carrera militar de los de la Península. Además, el ataque frontal contra el cerrado cuerpo de artillería fue el que rompió la armonía de la familia militar y precipitó la caída del régimen.En los últimos meses de 1929, y a la vista de la utilización por parte de la dictadura de nuevos procedimientos caciquiles para que el régimen se sostuviera, arreciaron las protestasy se precipitaron todos los acontecimientos. El 30 de enero de 1930 Alfonso XIII aceptó ladimisión de Primo de Rivera, encargando al viejo militar Dámaso Berenguer la formación de un nuevo gobierno.
c) El pacto de San Sebastián. Evolución política hasta la caída de la Monarquía.El Pacto de San Sebastián, en agosto de 1930, reunió a tres fuerzas principales para tratar un futuro cambio hacia la república -a las que se añadieron los regionalistas, para aprovechar el progresivo aislamiento tanto social como político del Gobierno y el de la institución monárquica-: los constitucionalistas, que reunían a algunos políticos monárquicos reticentes con el monarca y dispuestos a deslizarse hacia un aún indefinido republicanismo; los republicanos históricos, y el Partido Socialista. Pero es importante indicar que de este pacto se derivaron dos líneas de acción complementarias: una revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento militar de Jaca de diciembre de 1930, y otra política que, con una gran campaña de prensa y mítines, lograría arruinar el prestigio de la monarquía.El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la creación de un comité revolucionario compuesto por: Alcalá Zamora, Miguel Maura, Marcelino Domingo, Prieto, Azaña, Albornoz y De los Ríos. De esta alianza estuvieron ausentes la CNT y otras fuerzas obreras, que solamente estuvieron representadas por el PSOE. En diciembre de 1930 se difundió masivamente un manifiesto firmado por los principales dirigentes en el que explícitamente se llamaba a la población a derribar la monarquía. Mientras, para los gobiernos del general Berenguer y luego del almirante Aznar el objetivo prioritario era organizar un escalonado proceso electoral, a fin de recuperar el tiempo “perdido” con la dictadura, que culminase en unas Cortes constituyentes y que, a la vez, permitiera otorgar el necesitado consenso al régimen monárquico. Según el procedimiento establecido, había que empezar por las elecciones municipales que sustituyeran a los ayuntamientos de la dictadura, para luego llegar a las elecciones a Cortes.Las primeras se celebraron el 12 de abril de 1931 en un clima de incertidumbre y de limpieza por parte del Gobierno, con una excesiva confianza de las facciones monárquicas.Sin embargo, acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieronelegidos más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para Alfonso XIII en el momento en que éstos triunfaron en una España progresivamente urbana. El día 13, tras conocerse los resultados electorales, miles de personas salieron a la calle paramanifestarse a favor de la república.

martes, 15 de febrero de 2011

COMENTARIO DE TEXTO

“Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy único representante del derecho monárquico en España (...)

Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional (...) Afortunadamente, la monarquía hereditaria y constitucional posee en sus principios la necesaria flexibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los problemas que traiga su restablecimiento sean resueltos de conformidad con los votos y la conveniencia de la nación (...) Nada deseo tanto como que nuestra patria lo sea de verdad. A ello ha de contribuir poderosamente la dura lección de estos tiempos (...)

Lo único que inspira ya confianza en España es una monarquía hereditaria y representativa, mirándola como irremplazable garantía de sus derechos e intereses desde las clases obreras hasta las más elevadas (...) Sea la que quiera mi suerte, ni dejaré de ser buen español, ni como mis antepasados buen católico, ni como hombre del siglo verdaderamente liberal”.

Manifiesto de Sandhurst. 1 de diciembre de 1874.

Tema 6. EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

Funcionamiento del Sistema Canovista. La Restauración en Castilla-La Mancha
Tras el pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto, en diciembre de 1874, se instauró un nuevo sistema político, al que se conoce con el nombre de Restauración, que se prolongará hasta 1931. Este periodo pasa por dos fases separadas por la crisis de 1898, la primera de las cuales estudiaremos en este tema. La Restauración supuso algo más que el restablecimiento de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII. Significó, sobre todo, un nuevo régimen liberal conservador, no democrático, que permitiera a los grupos dominantes mantener su posición sin los peligros que introducía para ellos la democracia.
El régimen de la Restauración pretendía resolver los problemas políticos y sociales de la etapa isabelina y el Sexenio Democrático:
- Por una parte, se trataba de crear un sistema político compartido por todos los sectores burgueses, de forma que ningún grupo se viera obligado al pronunciamiento militar o a la sublevación popular para acceder al poder.
- Por otra, se trataba de asegurar la exclusión de las clases bajas de la vida política, cuya presencia a partir del 68 había resquebrajado el orden social burgués.
La Restauración fue, por tanto, un giro político conservador que se explica por el temor de las clases propietarias a que se repitiera la experiencia democrática del Sexenio. Para impedirlo se diseñó un sistema abierto a la participación de todos los sectores de las clases dirigentes y cerrado a los grupos subordinados y movimientos populares.
El gran artífice del nuevo sistema fue Antonio Cánovas del Castillo, hombre ligado al sector menos reaccionario del moderantismo, que había participado en el pronunciamiento de 1854 y redactado el Manifiesto de Manzanares. Su actitud política era equidistante entre los revolucionarios y los reaccionarios; su modelo político era la Inglaterra victoriana, donde los partidos conservador y liberal colaboraban en la consolidación del sistema liberal. Su madurez política llegó con la revolución del 68, de la que se desmarcó a medida que se radicalizaba. Criticó la doctrina de derechos del hombre, se opuso al sufragio universal y apoyó la decisión de prohibir la A.I.T. Cánovas consiguió aglutinar en torno a Alfonso XII un amplio frente conservador, partidario del restablecimiento de la monarquía a través de una transacción entre todos los grupos desengañados de los resultados políticos y sociales del Sexenio democrático.
* El Sistema Canovista: La Constitución de 1876 y el turno de partidos.
Aunque la Restauración supuso cierto retorno al conservadurismo anterior al Sexenio, es evidente que también consolidó el ciclo de la implantación definitiva de un estado liberal. Durante este periodo fue posible la pacificación del país, se llegó a un pacto con la iglesia y se mantuvo al ejército alejado del juego político. No obstante, los indudables aciertos mencionados se vieron menoscabados por el falseamiento sistemático de los procesos electorales. El programa político de la causa alfonsina se plasmó en el Manifiesto de Sandhurst, de diciembre de 1874, redactado por Cánovas. El futuro Alfonso XII se presentaba ante el pueblo español con el compromiso de ser el rey de todos los españoles, con evidente intención de corregir la actitud de su madre, Isabel II, vinculada a los intereses moderados. El príncipe apelaba a dos grandes principios, el catolicismo y el liberalismo. El Manifiesto respondía a las aspiraciones de todos aquellos sectores deseosos de poner fin al deterioro político del Sexenio y de crear un orden liberal estable. No es pues extraño el recibimiento apoteósico con que fue acogido el joven rey en Barcelona y Madrid en enero de 1875, como “procurador de la convivencia entre todos”. Además, establecía el fundamento de la política de la Restauración, dando cabida a todos los liberales que aceptaran la monarquía alfonsina: moderados, progresistas, unionistas e incluso demócratas. Quedaban excluidos los carlistas y los republicanos.
La Constitución de 1876.Desde el punto de vista teórico el ideario de la Restauración habría de quedar plasmado en un texto constitucional. Siguiendo las disposiciones vigentes de 1872 se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal, aunque muy condicionado por el poder. Las elecciones, con una gran abstención, dieron un triunfo abrumador a la mayoría conservadora gubernamental.La discusión del proyecto constitucional se formuló de manera suficientemente flexible para que diera cabida a los distintos programas liberales. Antes de que comenzaran los debates, Cánovas consideró fundamental establecer unas premisas para poder situar a la monarquía por encima de los partidos políticos y para que quedara fuera de posibles futuros debates sobre su validez y poderes; apeló para ello a la existencia previa de una constitución interna que debía ser el fundamento de cualquier constitución escrita o, lo que era lo mismo, la existencia de unas instituciones fundamentales –Monarquía y Cortes- que eran anteriores y superiores a todo texto escrito.
Aceptados estos supuestos por el Congreso (la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey), los artículos de la misma fueron aprobados en poco tiempo y con breves debates, si se exceptúan los tocantes a la cuestión religiosa. El Congreso se dividió entre los defensores de la unidad católica y los de la tolerancia de cultos, en la línea de la Constitución del 69; al final se llegó a una fórmula intermedia, intentando contentar a unos y a otros.La Constitución del 76, de sólo ochenta y nueve artículos, establece una imperfecta división de poderes, al otorgar al monarca la facultad de nombrar al jefe de gobierno; reconoce vagamente las libertades políticas básicas; presenta un parlamento bicameral compuesto por Congreso y Senado con iguales facultades, este último formado en gran parte por “senadores por derecho propio y vitalicios”; finalmente se atiende a la confesionalidad del estado, aunque se acepta el ejercicio privado de otras religiones.
La nueva Constitución era un documento relativamente flexible, a medio camino entre la moderada de 1845 y la democrática de 1869:
- De la primera tomaba los principios de la soberanía compartida (Cortes y Rey) y de la constitución histórica (la monarquía es el fundamento del Estado, por tanto la nación no es depositaria exclusiva del poder).
- De la segunda, recogía la declaración de derechos del ciudadano, aunque en la práctica se recortaba su extensión o se remitía su aplicación a leyes posteriores de rango inferior. Esto último sucedió, por ejemplo en la cuestión del sufragio, que a partir de 1878 volvió a ser censitario, otorgando el derecho al voto a los propietarios o a las personas con un alto nivel de instrucción. En términos reales, el nuevo sistema electoral reducía el cuerpo electoral a poco más del 5%. Durante el gobierno de Sagasta se volvió nuevamente al sufragio universal masculino.
El turno de partidos. Con la Constitución del 76 comenzó su andadura el llamado sistema canovista. Para dotarlo de estabilidad, Cánovas lo sustentó en dos principios: la mencionada soberanía compartida y una práctica política que debía efectuarse sobre la alternancia pacífica de unos partidos oficiales que aceptaran la legalidad constitucional, siguiendo el modelo inglés. Esta alternancia o turno de partidos trataba se significar dos cosas diferentes:
- El fin del exclusivismo político. A partir de ahora ningún partido monopolizaría en exclusiva el poder.
- La eliminación del recurso al pronunciamiento militar o a la insurrección para recuperar el poder.
-Estos partidos no nacieron espontáneamente. Durante los primeros años se vivió un complicado juego de alianzas y exclusiones que llevó a la creación de los grupos que se turnaron en el poder: el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal-Fusionista, fundado en 1880.
El dirigente del partido liberal-conservador fue, hasta su asesinato en agosto de 1897, el propio Antonio Cánovas del Castillo. Los conservadores se formaron a partir de la integración de los antiguos moderados, los unionistas y algunos sectores católicos. La figura central del partido liberal-fusionista fue hasta 1903 el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta. El progresismo de Sagasta era esencialmente de orden, es decir, contrario a todo lo que pusiera en peligro al régimen burgués. El partido estaba formado por antiguos progresistas, algún unionista y políticos descontentos con Cánovas, como Martínez Campos; más tarde se adhirieron algunos republicanos. La asunción de la constitución del 76 suponía para los progresistas la renuncia al principio de soberanía nacional, que les había caracterizado hasta entonces. Pero no renunciaron a la incorporación paulatina de alguno de los logros del Sexenio, como el sufragio universal. Los dos partidos “dinásticos” no estaban estructurados a la manera de los actuales partidos políticos. Eran, fundamentalmente, partidos de notables con poca cohesión ideológica y escasa coordinación entre sus miembros, sin una estructura organizativa y sin afiliados. Eran, sobre todo, grupos políticos más o menos unidos en torno a líderes de gran influencia nacional o provincial.Conservadores y fusionistas establecieron un sistema de rotación en el poder (el turno), que logró mantenerse durante más treinta años. El sistema se basaba en el siguiente mecanismo: cuando el partido en el poder se veía sometido a presiones, el rey llamaba a gobernar al otro partido. Para darle visos de legalidad, el monarca otorgaba al nuevo presidente de Gobierno el decreto de disolución de las Cortes y se celebraban nuevas elecciones, que estaban manipuladas para que el resultado satisficiera al nuevo gobierno y respetara a la oposición.El funcionamiento del turno descansaba por tanto en dos condiciones pactadas: la implicación de la Corona como árbitro entre los partidos y el falseamiento electoral, mediante dos procedimientos:
1. El encasillado, por el que las fuerzas políticas negociaban y se repartían los distritos electorales. Y
2. El pucherazo o fraude electoral: compra de votos, intimidaciones, falseamiento de listas electorales, etc.La corrupción electoral no era un fenómeno exclusivo de la Restauración ni de España, si lo era que las élites políticas pactaran para llevarla a la práctica.Cánovas presidió los primeros gobiernos de la Restauración. La nota predominante de los mismos fue el reforzamiento del centralismo administrativo y de la coerción política. En este sentido se produce la abolición de los fueros de las provincias vascas en 1876 y la reorganización de las Diputaciones y los Ayuntamientos, algunos de cuyos miembros y cuyos presupuestos debían ser aprobados por el rey. El orden exigía también el control de la opinión pública, primero mediante la censura a impresos y periódicos y, más tarde, mediante la Ley de imprenta de 1879, que extendió la consideración de delito a todo ataque contra el sistema político de la Restauración.
En 1881 accedió por vez primera al poder Sagasta. Era la primera ocasión en que los progresistas fueron llamados a gobernar sin tener que usar la fuerza. Este primer gobierno fusionista fue breve (hasta 1883), pero permitió poner en práctica algunas reformas, como la ampliación de la libertad de expresión y la creación de una Comisión de Reformas Sociales, encargadas de estudiar los problemas de los obreros.Curiosamente, la alternancia pacífica alcanzó su plenitud tras la muerte de Alfonso XII. La situación de riesgo que esto suponía para el nuevo régimen fue solventada mediante el Pacto de El Pardo de 1885, que garantizaba la alternancia de partidos en los términos descritos con anterioridad. El pacto permitió así estabilizar la situación política hasta que Alfonso XIII alcanzara la mayoría de edad (lo que sucedería en 1902). Hasta entonces se establecía la Regencia de la reina viuda, María Cristina de Habsburgo-Lorena.
* La Restauración en Castilla-La Mancha.
Precedentes. Las elecciones de 1869 debatieron la forma de gobierno, y como en la totalidad del país, en Castilla La Mancha triunfaron los monárquicos, que obtuvieron 26 diputados por tan sólo uno republicano y otro absolutista. Pero tras la muerte del general Prim y el paso fugaz de Amadeo de Saboya, se proclamó la república. En la región, las elecciones de 1873 dieron la mayoría a los republicanos federales. Este periodo se caracterizó por una gran inestabilidad, derivada de dos sucesos fundamentales: el desarrollo del cantonalismo en Ciudad Real o Almansa; y el desarrollo de la tercera Guerra Carlista, cuyos ejércitos atacaron la región desde Levante. Así, la partida de Santés tomó sin resistencia Cuenca, Albacete, Tarancón y Almansa en 1873. Pero viéndose incapaces de mantener estas conquistas, los carlistas se retiraron sin mayores consecuencias.

Restaurado el orden monárquico en toda España, el sistema canovista se desenvolvió con normalidad en la región, con un amplio desarrollo del fenómeno del caciquismo a pesar de que en las elecciones celebradas durante el periodo los republicanos solían conseguir entre uno y cinco diputados en las cinco provincias, aunque casi siempre en la de Guadalajara. En este sentido, las condiciones socieoeconómicas regionales durante esta época favorecieron la existencia de una red de caciques, que controlaron las estructuras de poder del sistema de turno de partidos establecido desde 1875. Esto se vio favorecido tanto por elevado índice de analfabetismo en la zona, como por la influencia política de los grandes propietarios agrícolas.
La economía seguía basada en la agricultura y la ganadería, por lo que la crisis agraria de las últimas décadas del siglo lanzó a muchos campesinos a la miseria. Esta crisis fue provocada por la masiva importación de cereal extranjero debido a su precio más barato, y a la extensión de la plaga de la filoxera por las vides manchegas a finales del siglo. El establecimiento de un arancel proteccionista para proteger los cereales castellanos no pudo solucionar esta situación, que se encontraba agravada además por el anquilosamiento de las formas de producción, perjudicando con ello al creciente número de jornaleros.
Por lo menos hubo un desarrollo floreciente en el campo de la minería, puesto que las minas de Almadén, en manos de los Rothschild hasta 1921, tuvieron un gran auge entre 1870 y 1921, a pesar de que la mayor parte de sus beneficios iban a parar al extranjero. Por otro lado, en 1873 se descubrieron las minas de carbón de Puertollano, que colocaron a la provincia de Ciudad Real en el tercer lugar entre las extractoras de hulla. Su producción se estabilizó a comienzos del siglo XX, cobrando un gran auge durante la guerra mundial de 1914-1918.
Las guerras civiles y coloniales, unidas a la emigración y a la epidemia de cólera de 1885, que provocó unos 13.000 muertos en la región, frenaron el crecimiento de la población. En 1877 la población castellano-manchega alcanzaba un total de 1.251.975 habitantes, cuya tendencia fue la de un crecimiento lento pero sostenido, particularmente al alza partir de 1900. Aun así, la penuria de las condiciones de vida de las gentes eran aún palpables, y favorecieron la difusión y el apoyo de las nuevas ideas de defensa de los obreros. Aunque la Restauración prohibió las asociaciones obreras en el país (1881), la corriente anarquista, que ya había tenido un núcleo activo en Toledo durante el Sexenio Democrático, contó ahora con nuevos seguidores en la zona de Ciudad Real (Manzanares y Alcázar de San Juan), representada por la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). En cuanto al socialismo, el PSOE (fundado en 1879) tuvo uno de sus núcleos primitivos en Guadalajara, junto a los de Madrid y Barcelona, mientras que el sindicato de tendencia socialista UGT, ya contaba con afiliados en todas las provincias a comienzos del siglo XX salvo en Cuenca. Además, se desarrollaron ligeramente los sindicatos católicos, como los fundados en Talavera y Toledo en 1904 y 1917 (Federación Agraria de Sindicatos Católicos Toledanos) respectivamente.
En los primeros años del siglo XX un reducido grupo de personas residentes en Madrid, plantearon la conveniencia de unir las actuales provincias de la región en torno a Castilla o en torno a La Mancha, incluyendo en éste último caso a todas las referidas provincias, menos la de Guadalajara. Gracias a esta propuesta, en 1906 se fundó en Madrid el Centro Regional Manchego, y se crearon una bandera y un himno. Más desarrollo tuvo el avance del ideal regionalista manchego a través de la prensa. Así, desde finales del siglo XIX se extendieron las ideas a través de los periódicos que repartía el servicio de Correos, pero con la dos tendencias antes referidas: los periódicos de Albacete (El Defensor de Albacete) y de Ciudad Real (Vida Manchega) defendieron la opción regionalista manchega, mientras que los de Toledo (El Castellano), Guadalajara (La Crónica) y Cuenca (El Cenizo), optaron por la opción regionalista castellana.
Oposición política al régimen de la Restauración.
El diseño de un régimen tan cerrado como el de la Restauración generó lógicamente un bloque de oposición política sustentado desde ideologías contrapuestas. Dichas alternativas fueron básicamente dos: la que defendía el retorno al absolutismo tradicionalista y era promovida por los carlistas ultraderechistas y la que proponía un radicalismo democrático y era animada por los republicanos. Además de estas dos fuerzas surgieron nuevos movimientos políticos nacionalistas en las regiones periféricas, principalmente Cataluña y el País Vasco, y otros de carácter obrero, centrados en las reivindicaciones sociales y laborales, que actuaron en oposición al régimen canovista. Desde finales de los ochenta, aprovecharon la amplia libertad de prensa para exponer desde las páginas de sus publicaciones todo tipo de ideas sin apenas restricciones.
Los carlistas.
Tras la derrota de 1876, el carlismo entró en un periodo de declive por diversas causas:
- La irreversible disminución de su apoyo social (menos del 3% de la población).
- La emigración a Francia de oficiales y jóvenes combatientes (alrededor de 15.000, de los que unos 3.000 se acogieron a medidas de reinserción tras jurar fidelidad a Alfonso XII).
- La pérdida de apoyo por parte del clero.
- La integración progresiva en el partido canovista de los más destacados ultracatólicos.Este periodo culminó en 1888 con la escisión de los llamados “integristas”, partidarios de una línea de intransigencia católica, de enfrentamiento contra los católicos liberales y de renuncia a la participación electoral.
Con posterioridad el carlismo inició un proceso de modernización organizativa, comenzó a participar en las elecciones y se orientó hacia la política de masas. Para ello se recompuso el partido y se potenció la creación de los círculos tradicionalistas, espacios de política y ocio para las bases. La renovación pretendía también frenar el ascenso del republicanismo y del socialismo entre las clases populares. A pesar del retroceso y del abandono de las actividades bélicas, el carlismo siguió manteniendo una actitud agresiva, manifestada a través de sus publicaciones: “El Cañón”, “El Combate”, “El Centinela”… que derivó a principios del siglo XX en la formación de milicias paramilitares armadas como los Batallones de la Juventud que, sin embargo, contaron con un apoyo mínimo.
Los republicanos.
Durante el último cuarto del siglo XIX, los republicanos permanecieron desunidos en diferentes y minúsculas tendencias: federalistas, unitarios; filoliberales, prosocialistas…, que afectaban también a sus principales líderes: Pi y Margall, Castelar, Figueras, quienes mantenían durísimas rivalidades.Algunos de los pequeños grupos que componían el republicanismo eran el Partido Posibilista (liderado por el derechista Emilio Castelar), el Partido Federal-Orgánico (encabezado por Estanislao Figueras), el Partido Federal (con Francisco Pi y Margall al frente), el Partido Democrático-Progresista (dirigido por Manuel Ruiz Zorrilla), el Partido Reformista (de Nicolás Salmerón) y el Partido Progresista (de José Canalejas, que terminó por integrarse en las filas del liberalismo).Esta extremada fragmentación debilitó al republicanismo que acumuló sucesivos fracasos políticos y perdió apoyos sociales tras la caótica experiencia de la I República. Hasta sus propuestas ideológicas quedaron obsoletas, pues olvidaron los problemas del campesinado, las reivindicaciones de la clase obrera y las reformas de contenido social. Además del antimonarquismo, el programa republicano solía defender la organización federal de estado, el servicio militar obligatorio sin excepciones, la unión con Portugal, el juicio por jurados o la erradicación del caciquismo. A pesar de que algunas de estas propuestas chocaban frontalmente contra el sistema, la mayoría de sus líderes aceptaron las reglas del juego político, actuando desde la legalidad y acudiendo a las citas electorales. Sólo un sector minoritario prefirió seguir fiel a los viejos métodos revolucionarios, tramando conspiraciones a veces “contra natura” (con carlistas o anarquistas) para dar un golpe de mano que acabase con la monarquía.Tras el 98, los republicanos iniciaron un proceso de unificación fundamentado en tres principios básicos: la defensa de la República, las reformas sociales y una ideología basada en el progreso y el anticlericalismo. Dicho se proceso se constató en la creación de la Unión republicana en 1903. A partir de ese momento se produjo un lento y progresivo aumento de la influencia del republicanismo, especialmente en los medios urbanos, destacando el lerrouxismo en Cataluña (liderado por Alejandro Lerroux) y el blasquismo en Valencia (liderado por Vicente Blasco Ibañez).
El movimiento obrero.
Se vio muy afectado por la vuelta de la monarquía y el orden liberal, pues el régimen de la Restauración no intentó en ningún momento integrarlo en el sistema. Desde 1874, los grupos obreros ligados a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) pasaron a la clandestinidad, lo que tuvo como consecuencia la desarticulación organizativa del movimiento y la radicalización de su ideología.El anarquismo se reorganizó en la década de los ochenta en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), con fuerte implantación en Andalucía y Cataluña. A partir de la década de los noventa, los anarquistas llevaron a cabo tres tipos de acciones:- Sindical. Estimulada por la huelga general y la reivindicación de la jornada laboral de ocho horas.- Violenta, como los atentados en Barcelona (1893-96) o el asesinato de Cánovas en 1897.- Cultural.La represión de los anarquistas fue sistemática. A partir de los atentados de Barcelona, se produjeron numerosas detenciones, ejecuciones y destierros. El proceso desencadenó una masiva protesta por parte de los intelectuales y políticos progresistas.Los socialistas, por su parte, se organizaron en torno al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en Madrid en 1879 por Pablo Iglesias. Inicialmente los rasgos del socialismo español fueron los siguientes:- La influencia del marxismo francés, que le llevaba a dirigirse a un tipo de obrero, el proletariado industrial, poco numeroso en España.- La defensa de la doctrina de la lucha contra las fuerzas políticas burguesas. Este discurso presentaba a los republicanos como defensores de los intereses de la burguesía, lo que les mantuvo alejados durante algún tiempo de las masas populares republicanas.- La creencia en el hundimiento inevitable del capitalismo, lo que conducía a subordinar la lucha sindical a la acción política.El PSOE tuvo un lento crecimiento e implantación de modo que sólo en 1909 y gracias a la formación de la Conjunción Republicano-Socialista logró su primera acta de diputado para Pablo Iglesias.
Los nacionalismos.
A finales del siglo XIX se produjo la eclosión de los nacionalismos periféricos. Hasta entonces los movimientos regionalistas se habían centrado en el ámbito cultural. En la Restauración expresaron además reivindicaciones políticas autonomistas frente al modelo de Estado centralista y uniformizador.
- El catalanismo. Encontró en el pasado histórico muchos argumentos para respaldar sus reclamaciones políticas en un momento en que Cataluña era la región más desarrollada e industrial de España. Los aspectos más sobresalientes en la gestación del nacionalismo catalán son los siguientes:a) La aparición de la RenaixenÇa, movimiento intelectual y literario cuyo propósito era recuperar las señas culturales tradicionales de Cataluña, en especial el idioma.b) La creación del Centre Catalá en 1882, promovido por Vicente Almirall quien pretendió defender el proteccionismo industrial y el derecho particular de Cataluña frente a la uniformización del derecho español a través del Memorial de Greuges.c) La creación de la organización autonomista Unió Catalanista en 1891 por Enric Prat de la Riba, en cuyo programa político –conocido como Bases de Manresa- reclamaba un amplio régimen de autogobierno para Cataluña, dentro de la monarquía española.d) La formación de la Lliga Regionalista en 1901, partido nacionalista burgués, católico y posibilista. Liderado por Francesc Cambó, tenía como objetivos principales la autonomía para Cataluña y defender los intereses económicos de los industriales catalanes.
-El nacionalismo vasco.Surgió en torno al Partido Nacionalista Vasco (PNV) fundado en 1895 por Sabino Arana Goiri, quien como muchos otros nacionalistas tenía antecedentes familiares en el carlismo y el tradicionalismo foralista. La aparición del nacionalismo vasco coincide con los bruscos cambios experimentados en la sociedad vizcaína a causa de la rápida industrialización de la región y la llegada masiva de inmigrantes. Los fundamentos del nacionalismo vasco son los siguientes:
- Defensa de la separación de España y creación de un Estado vasco independiente formado por las tres provincias vascas, Navarra y los territorios del País Vasco francés.
- Agresivo radicalismo antiespañol.
- Exaltación racista y xenófoba de la etnia vasca.
- Integrismo ultracatólico.
- Promoción de la lengua vasca.
- Apología del mundo rural vasco.
- Denuncia del carácter españolista del carlismo.
Durante la primera década del siglo XX, el PNV encontró escasos apoyos sociales. Asimismo, los principales intelectuales y artistas vascos –Unamuno, Baroja, Zuloaga…- rechazaron el nacionalismo vasco por su carácter ruralista, clerical, antimoderno y separatista. Esta circunstancia le llevó a incorporar entre sus filas al grupo fuerista dirigido por Ramón de la Sota, menos radical en sus planteamientos, lo que le permitió algunos éxitos electorales a nivel local. Desde entonces convivieron dos tendencias en el seno del partido: los posibilistas, que postula la autonomía dentro del Estado, y la aranista, fiel a los planteamientos independentistas.Otros nacionalismos.
- El nacionalismo gallego y el valencianismo experimentaron un desarrollo mucho más lento. Aunque un grupo de intelectuales como Rosalía de Castro o Manuel Murguía intentaron impulsar un Rexurdimento cultural para difundir la lengua gallega a finales del siglo XIX, el movimiento político no adquirió una formulación programática hasta 1918 con la primera asamblea de las Irmandades de la fala.En valencia, la acción regionalista de recuperación cultural se inició con la creación en 1878 de la Societat de lo Rat Penat y el valencianismo político tuvo su punto de partida en 1904, con la fundación de la organización Valencia Nova que reclamaba la autonomía para la región.
Crisis del 98: liquidación del imperio colonial y consecuencias.
La política colonial española entre 1875 y 1898 estuvo caracterizada por el “recogimiento”, es decir, por una política que trataba de no involucrar a España en los compromisos internacionales y de respetar el equilibrio de las potencias para no tener que enfrentarse a ninguna de ellas. No era un aislamiento en sentido estricto, pero a medio plazo el precio que tuvo que pagar fue el mismo pues no pudo contar con apoyos exteriores cuando los necesitó.
Si bien Cánovas ensalzaba el colonialismo, era consciente del pobre papel internacional de España, por lo que la actividad política estaba centrada en mantener unas colonias diseminadas por el mundo y, como mucho, intervenir en el norte de África. A estos intereses responden la Conferencia Internacional de Madrid sobre Marruecos, en 1880, que permitió el reconocimiento de intereses españoles sobre la zona y el conflicto hispano-alemán sobre las Carolinas, resuelto por el papa León XIII, con una solución de compromiso que otorgaba la soberanía del archipiélago a España aunque concedía ventajas económicas a Alemania.
No obstante, la gran preocupación de los gobiernos de la Restauración fue conservar sus grandes colonias en las Antillas y Extremo Oriente: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. De hecho, la cuestión cubana había estado en el trasfondo del triunfo Alfonsino en 1875, pues los círculos con intereses económicos en la isla y los hacendados cubanos habían prestado su apoyo financiero a la causa de la Restauración.La Paz de Zanjón de 1878 puso fin a la denominada “guerra larga”, pero sólo aplazó el problema cubano. La paz prometía unas nuevas condiciones políticas y administrativas, el fin de la esclavitud y una amnistía que no fueron aplicadas con diligencia. Como consecuencia surgieron partiros como el Liberal autonomista que recogían las aspiraciones de autogobierno. Además, la situación en la isla se complicó como consecuencia de la nueva política comercial impuesta en Cuba:
- Los productos españoles tenían un mercado protegido en la isla, sin embargo España no era la principal compradora de los productos cubanos.
- Al tiempo, la política arancelaria española (Ley del arancel, 1891), impedía la compra por Cuba de los productos de Estados Unidos y Europa.
Antonio Maura, Ministro de Ultramar, consciente de la gravedad de los acontecimientos, propuso la concesión de autogobierno para Cuba en el año 1892; pero su proyecto fracasó por las presiones de los grupos oligárquicos. El proceso de lucha por la independencia era imparable.En febrero de 1895 estalló nuevamente el conflicto con “el grito de Baire”. La primera respuesta del gobierno de Cánovas fue intentar la pacificación negociada enviando al general Martínez Campos. Fracasada esta vía, se impuso la línea dura del general Valeriano Weyler, dirigida también contra la población civil.
Los insurrectos contaban además con el apoyo popular, se habían fortalecido políticamente con la labor realizada por el intelectual José Martí y su Partido Revolucionario Cubano y tenían el apoyo de Estados Unidos. A pesar de la búsqueda de respaldos internacionales, España se encontró aislada en la defensa de sus derechos de soberanía. Por si fuera poco, en 1896 se abrió un nuevo frente, la insurrección en Filipinas, liderada por José Rizal.
La opinión pública española fue inicialmente partidaria de la guerra, con la excepción de los partidos obreristas y algunos intelectuales. Pero el apoyo popular fue disminuyendo a medida que se hacían visibles sus costes. En el bando opuesto, y al margen de los independentistas, la guerra interesaba al imperialismo estadounidense que aprovechó la voladura de acorazado Maine en la bahía de La Habana en febrero de 1898 para intervenir en el conflicto.
Las derrotas militares de Cavite (Filipinas), el 1 de mayo de 1898, y de Santiago de Cuba, el 3 de julio, fueron suficientes. El gobierno español se dispuso a negociar, consciente de que con ello podría salvarse la monarquía; entre tanto, la marina americana desembarcaba en Puerto Rico y Manila capitulaba. El Tratado de París, de diciembre de 1898, puso fin a la guerra y al imperio colonial español. España perdió Cuba, mientras Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, en las Marianas, fueron cedidas a la administración estadounidense. En 1899, fueron vendidas a Alemania el resto de las Marianas y los archipiélagos de las Carolinas y las Palaos.
Consecuencias del Desastre del 98.
La derrota representó para muchos el fracaso del sistema de la Restauración y dio lugar al primer regeneracionismo, incrementándose la crítica más rigurosa hacia aquel. Ambos fracasos, militar y político, suscitaron una oleada de pesimismo que arraigó profundamente en la llamada Generación del 98.
Los efectos del desastre se dejaron sentir a dos niveles: inmediatos y estructurales. Entre los primeros cabe destacar:
- El cambio definitivo de España en su estatus internacional, quedando como una pequeña potencia regional.
- La emergencia de los nacionalismos.
- El afianzamiento del obrerismo organizado.
- El renacimiento del militarismo.
- La aparición de una nueva mentalidad regeneracionista.
A largo plazo, se produjo una secularización de la vida social y del pensamiento, que culminaría durante la II República, y la incorporación paulatina de España en las corrientes económicas del capitalismo.

lunes, 14 de febrero de 2011

Manuel soy Paula Morcillo( estoy con Nuria que me ha dejado meterme en su cuenta para decirtelo porque no tenía otra manera), se me ha borrado de mi cuenta el blog de historia del arte y no me deja acceder ni subir el comentario. Enviame ,por favor, una nueva invitación para que lo pueda subir.

sábado, 5 de febrero de 2011

Tema 5.- EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874). Economía y Sociedad en el siglo XIX.

Constituye el primer intento por establecer en España una democracia en los términos en lo que era entendida en el siglo XIX, es decir, basada en el sufragio universal masculino. Se abordaron novedosas fórmulas políticas y sociales más allá del liberalismo (democracia, república y federalismo) para integrar a las masas populares en el nuevo Estado nacional.La experiencia, no obstante fracasó. Como consecuencia, varias generaciones de políticos e intelectuales españoles debatieron durante las décadas siguientes el propio ser de España y la manera de incorporar a la política a todas las clases sociales.
Evolución política del sexenio.
El origen del Sexenio es la Revolución de septiembre de 1868, conocida por sus partidarios como La Gloriosa o La Septembrina. Se inició con un pronunciamiento militar en Cádiz, dirigido por los generales Prim y Serrano, líderes de progresistas y unionitas respectivamente. A ellos se unió el almirante Topete, también unionista, al mando de la Armada. El manifiesto de los sublevados se titulaba “España con honra” y proponía básicamente los acuerdos de Ostende: derrocamiento de la dinastía borbónica y regeneración política a través de unas elecciones libres convocadas por sufragio universal.La insurrección se propagó por numerosas ciudades españolas y obtuvo el apoyo popular, militarizado y liderado por los demócratas que organizaron juntas revolucionarias. Paralelamente las tropas leales a la reina fueron derrotadas en Alcolea (Córdoba) por las de Serrano, lo que dejó a los sublevados el camino hacia Madrid libre de obstáculos y precipitó la huída de Isabel II a Francia.
El Gobierno Provisional.
Tras el triunfo de la insurrección se formó un Gobierno Provisional que debía promover la elección a Cortes Constituyentes. Estaba formado por algunos de los firmantes de Ostende, presidido por Serrano y compuesto por progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, Manuel Ruiz Zorrilla) y unionistas (Topete). Del mismo quedaron excluidos, sin embargo, los demócratas, principales instigadores de las juntas revolucionarias de las ciudades desde las que se reclamaban derechos democráticos y la supresión de las quintas.
El doble poder resultante del proceso revolucionario se resolvió a favor del Gobierno Provisional, que disolvió las juntas y a los grupos de voluntarios armados. A cambio, procedió a cumplir la mayor parte de las reivindicaciones demócratas, con la excepción del tema de las juntas. Esto generó la formación de un colectivo de demócrata colaboracionistas: los cimbrios, entre los que se encontraban Nicolás María Rivero o Manuel Becerra.
Estabilizada la situación el nuevo gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes en enero de 1869, las primeras que se celebraron en nuestro país por sufragio universal masculino y que contaron con campañas y mítines electorales por parte de algunos partidos.
Las elecciones fueron favorables a los partidos protagonistas de la revolución: unionistas, progresistas y cimbrios, que defendían una monarquía parlamentaria y democrática, basada en la soberanía nacional y en un gobierno elegido por las Cortes y responsable ante ellas. Pensaban que con un monarca Borbón este sistema era irrealizable, por lo que no dudaron en buscar otros candidatos al trono.
A la derecha política se situaron carlistas y moderados, que obtuvieron escasa representación. Los primeros eran antidemócratas y aceptaron el juego parlamentario eventualmente. Obtuvieron un resultado aceptable en el País Vasco y Navarra, por lo que, con el tiempo, no dudaron en reavivar el conflicto contra el estado liberal desencadenando una Tercera Guerra Carlista. Los moderados apoyaban el regreso de los borbones y la constitución del 45. Aunque escasos en número al principio, la evolución del sexenio le fue permitiendo alcanza mayor relevancia política.
A la izquierda se situaba el Partido Republicano Federal, el segundo en número de diputados. Su programa, además del cambio de régimen, incluía medidas como la abolición de las quintas, la supresión de la esclavitud y una legislación social que protegiera a los trabajadores. Su propuesta era apoyada en regiones como Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía; el sector más radical, los llamados “intransigentes” estaban convencidos de la necesidad de una insurrección armada para constituir un federalismo desde abajo, a partir de los pactos llevados a cabo por los municipios y las juntas.
La tarea fundamental de las Cortes fue elaborar la Constitución de 1869, la más liberal de las aprobadas hasta entonces. Sus aspectos principales eran:- Se proclamaba la soberanía nacional como principio básico al que debía someterse el nuevo régimen monárquico.- Se establecía una nítida separación de poderes. El legislativo residía en la Cortes bicamerales; el ejecutivo lo ostentaba el monarca (aunque en realidad lo ejercía el Gobierno en su nombre) y el judicial correspondía a los tribunales de justicia, a los que se incorporaba la figura del jurado popular.- Se establecía un sistema parlamentario basado en el sufragio universal masculino. Los miembros del Congreso eran votados directamente por los electores, mientras los senadores se elegían de manera indirecta, a través de compromisarios. Además, para ser senador había que cumplir una serie de requisitos que aseguraban la presencia de una cierta élite tradicional (ser mayor de cuarenta años, poseer título universitario, haber desempeñado cargos públicos, etc.).- Se incluía, por vez primera en un texto legal español, de manera detallada y amplia, una declaración de derechos individuales, naturales e inalienables: reunión, asociación, inviolabilidad del domicilio y la correspondencia…La regencia del general Serrano.
Una vez aprobada la Constitución de 1869 fue nombrado regente el general Serrano hasta que se encontrara un nuevo monarca para el trono español. El nuevo régimen tuvo que hacer frente a una serie de graves problemas entre los que destacaron: las insurrecciones populares, provocadas por la crisis de subsistencia, contra el sistema de quintas o para la mejora de las condiciones laborales en las regiones más industrializadas; las dificultades de la Hacienda; y la guerra de Cuba, iniciada en Yara en octubre de 1868 como un movimiento independentista liderado por Carlos Manuel Céspedes.
Pero, la tarea principal del regente fue la búsqueda de un rey para España. Se pensó en distintos candidatos, entre ellos el duque de Montpensier, cuñado de Isabel II, e incluso el mismo Espartero. Finalmente, y debido sobre todo a las presiones de Prim, el elegido fue el príncipe Amadeo de Saboya, hijo del rey de la recién unificada Italia, Víctor Manuel II.El nuevo rey, Amadeo I, desembarcó en España el 30 de diciembre de 1870; pocos días antes, su principal valedor, el general Prim, había sido asesinado en la madrileña calle del Turco.
La monarquía de Amadeo I.
El reinado de Amadeo I duró dos años, desde el acto de jura de la Constitución en enero de 1871 a febrero de 1873, fecha en la que abdicó. Muerto Prim, el monarca se encontró con pocos apoyos políticos y sociales, siendo considerado un intruso por carlistas y partidarios de los Borbones, y rechazado por los republicanos. Además hubo de hacer frente entre otros problemas a la guerra de Cuba y una nueva Guerra Carlista, iniciada en 1872.
or si fuera poco, desaparecido Prim, la coalición gubernamental comenzó a disgregarse, provocando una gran inestabilidad política: en apenas dos años se sucedieron seis gobiernos diferentes y la fractura entre los progresistas se concretó en la escisión entre los herederos políticos de Prim: Sagasta, cercano a los unionistas formaría el partido constitucionalista, y Ruiz Zorrilla, próximo a los demócratas el partido radical.
A la fluctuación política se unió el temor a la revolución social, como evidencia la persecución gubernamental a los partidarios de la recién creada sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).Durante este periodo se desarrollaron también otros debates de contenido social, como la abolición de la esclavitud en las colonias y la separación Iglesia-Estado, que hicieron insostenible el papel del monarca, criticado por todos los sectores políticos y apoyado sólo por los débiles gobiernos de turno. En febrero de 1873, aprovechando un conflicto entre el gobierno de Ruiz Zorrilla y el ejército, cada vez más dispuesto a dar un golpe de Estado, Amadeo I forzó su abdicación. En esta situación, el proceso democrático se encontraba en un callejón sin salida: buscar un nuevo monarca no solucionaría el problema y, aunque la mayoría parlamentaria era de tendencia monárquica, el establecimiento de la República se convirtió en una solución de urgencia pactada por lo radicales de Ruiz Zorrilla y los diputados republicanos.
La I República.
Fue proclamada el 11 de febrero de 1873. En principio fue un régimen indefinido, por nuevo en España, e inestable políticamente pero que dejó una amplia huella, siendo considerada una revolución dentro de la revolución, es decir, la radicalización de los principios que habían inspirado a “la Gloriosa”.
Para evitar males mayores, se prescindió del procedimiento habitual de convocar elecciones a Cortes Constituyentes y se procedió a formar un gobierno presidido por Estanislao Figueras, con Francisco Pi y Margall como Ministro de Gobernación, aunque con mayoría de radicales. En apenas dos meses el enfrentamiento se hizo inevitable entre ambos grupos, como se constató en el golpe de mano con el que los radicales quisieron eliminar del poder a los cada vez más influyentes republicanos federales y que no triunfó. Tras ello, reforzados en el gobierno, los republicanos formaron en abril un gobierno homogéneo que convocó elecciones a Cortes Constituyentes para el mes de mayo. Las elecciones arrojaron un triunfo aplastante de éstos que, sin embargo, resultaba engañoso pues buena parte de los partidos políticos se abstuvieron en los comicios. Dicho retraimiento electoral reflejaba una gran hostilidad hacia el nuevo régimen.La Cortes, abiertas en junio, declararon la República federal y eligieron como nuevo presidente a Pi y Margall, principal ideólogo del federalismo político y que representaba una posición centrista entre los republicanos. Proclamado el federalismo, era necesario darle forma legal. Para ello, una comisión de las Cortes se encargó de elaborar un proyecto de Constitución federal, que fue redactado con gran rapidez. El texto, que no llegó a ser aprobado, recogía los principios básicos en materia de derechos individuales de la Constitución del 69, pero aportaba importantes novedades:
- Se establecía claramente la separación entre Iglesia y Estado, definiendo de este modo un “Estado neutro” frente al tradicional “Estado confesional”.
- Pero, la principal innovación residía en la nueva organización del modelo territorial de España, definida como una nación compuesta por 17 estados, entre los que se incluía Cuba y Puerto Rico. Esta propuesta de descentralización política suponía la plasmación del principio doctrinal del pacto federal entre los diversos estados realizado desde arriba, es decir, desde el gobierno.Sin embargo, las tensiones sociales que habían estallado en forma de huelgas u ocupaciones de tierras en muchos puntos de España –especialmente cruenta fue la insurrección de los obreros de Alcoy el 8 de julio-, así como el deseo de amplios sectores del republicanismo de establecer un federalismo “desde abajo”, abrió la puerta a un periodo de gran conflictividad en el que destaca el movimiento cantonalista.
Antes de que fuera aprobado el texto constitucional, los “republicanos intransigentes” abandonaron las Cortes en julio y promovieron la creación inmediata de los cantones, pequeñas unidades de poder con sede en el municipio. Nacía así el movimiento cantonalista, de gran arraigo en las regiones mediterráneas y Andalucía.
En esta propagación del cantonalismo convivían aspiraciones muy diversas: la propiamente política de organización democrática y popular del poder, hasta la más directamente social que concibió los cantones como la ocasión propicia para llevar a cabo reformas radicales de la sociedad. El componente obrero del cantonalismo fue, sin embargo, minoritario. Fueron los artesanos, pequeños comerciantes, intelectuales y militares urbanos los principales protagonistas del movimiento.Los cantones, creados durante el verano de 1873 (Cartagena, Torrevieja, Villena, Alicante, Almansa, Valencia, Málaga, Cádiz...), fueron en su mayoría disueltos militarmente a las pocas semanas. Sin embargo, hubo uno que perduró durante algunos meses y constituyó el emblema del cantonalismo: el cantón de Cartagena, constituido el 12 de julio y liderado por Antonio Gálvez y Roque Barcia, que resistió hasta el mes de enero de 1874, acuñó moneda propia y diseño programas educativos que no llegaron a ser puestos en práctica. El movimiento cartagenero se vio favorecido por las buenas condiciones defensivas de la ciudad, el apoyo de la flota radicada en el puerto y la llegada de políticos intransigentes que se refugiaron en la ciudad mientras fracasaba el movimiento en otros puntos de España.
El estallido de la insurrección cantonal provocó la dimisión de Pi y Margall y su sustitución por un nuevo presidente, Nicolás Salmerón, el 18 de julio de 1873. Éste intentó poner en práctica una política moderadora tras terminar con el cantonalismo y la conflictividad obrera, para lo que había autorizado la intervención del ejército en ambos casos. Su negativa a firmar unas condenas a muerte por problemas le conciencia le llevaron a dimitir el 7 de septiembre de 1873, pasando a ocupar el cargo de Presidente del Congreso. Este hecho no hacía sino confirmar el creciente poder del ejército, que recuperó su protagonismo en la vida política apareciendo como el único capaz de solucionar la conflictividad social y poner fin a las guerras de Cuba y carlista.
Salmerón fue sustituido en el cargo por Emilio Castelar, republicano unitario, profesor eminente y hábil orador, quien intentó establecer una república de orden, solicitando plenos poderes a las Cortes –que le fueron concedidos- y llegando incluso a suspender las garantías constitucionales y proceder a una remilitarización del país. El lema de su política fue: “orden, autoridad y gobierno”, como reacción a la situación de desconcierto generada el cantonalismo. El esfuerzo de Castelar resolvía un problema –el del orden público- pero generaba otro de gran envergadura para el propio régimen republicano: su propia supervivencia. La remilitarización del Estado atentaba contra sus propias bases, pues la mayor parte del ejército era conservador y antirrepublicano.
La política de Castelar concitó sobre él la oposición de la izquierda republicana, encabezada por Figueras y Pi y Margall, quienes le retiraron su confianza, lo que impediría que fuera reelegido como presidente tras la finalización del mandato por decreto. Por eso, el 3 de enero de 1874, mientras se procedía a la elección de un nuevo presidente de la República, el general Pavía, capital general de Madrid, entró en el hemiciclo de las Cortes disolviendo la Asamblea. Se daba paso a un nuevo gobierno presidido por el general Serrano y dominado por viejos políticos progresistas, moderados y radicales, como Martos o Sagasta.
Aunque formalmente el régimen republicano siguió en vigor todavía un año, la acción de Pavía liquidó una república que había nacido once meses antes entre el entusiasmo, el rechazo o el simple desconcierto de los ciudadanos.
El año 1874 fue un periodo de transición en la Historia de España. Las divergencias entre los líderes del Sexenio siguieron marcando la etapa final del periodo. Esta circunstancia, unida al cansancio producido por la experiencia revolucionaria, inclinó definitivamente a las clases medias del lado de la restauración monárquica. La preparación de la misma en la persona del príncipe Alfonso se aceleró a finales de 1874 con la difusión del manifiesto de Sandhurst, que apelaba a la necesidad de restituir una “monarquía hereditaria y constitucional” acorde con la tradición histórica española pero aceptando un juego político moderno. La intención de Cánovas del Castillo -valedor del proyecto- al hacer público el manifiesto no era otra que la de provocar la llegada del príncipe por aclamación popular. Sin embargo, el ejército precipitaría los acontecimientos al pronunciarse el general Martínez Campos en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874. Falto de apoyos, Serrano abandonó el poder dejando el terreno libre a la restauración borbónica en la figura del nuevo rey Alfonso II.
Agricultura, industria y transportes en el XIX. Del estamentalismo a la sociedad de clases.
A principios del siglo XIX, la economía española acusaba un enorme retraso debido a las profundas rupturas políticas producidas durante el reinado de Fernando VII y a la enorme crisis económica europea que en nuestro país se vio magnificada por dos acontecimientos: la Guerra de Independencia y la emancipación americana. El resultado de todo ello fue una enorme deflación y como consecuencia, el empobrecimiento agrícola, la ruina industrial y el colapso comercial. En estas circunstancias, a lo largo del siglo XIX, asistiremos a un esfuerzo de regeneración económica que tendrá como puntos más importantes:a. La puesta en práctica de una reforma agraria que permitiera sacar de su estancamiento secular al campo español.b. La recuperación del terreno perdido en materia industrial y de transportes, que no se concretaría hasta entrado el siglo XX.
Las transformacions agrarias.
Los historiadores de la economía suelen referirse a una serie de carencias cuando analizan el sector agrario en la España del siglo XIX: su baja productividad, su incapacidad para liberar mano de obra y la falta de poder adquisitivo de los agricultores españoles capaz de generar mercados receptivos. Considerada como un factor de retraso, resulta ser un fenómeno de gran trascendencia para la evolución de nuestro país debido al porcentaje mayoritario de población activa dedicada a la actividad agraria o vinculada a ella.La agricultura española de la época presentaba un perfil típicamente mediterráneo, basado en la vid, el trigo y el olivo; y dividido entre un sector exportador y competitivo, dedicado a la vid, las naranjas y los frutos secos, y otro atrasado y de subsistencia, conformado por la producción de cereales. La estructura agraria intentó ser modificada a lo largo del siglo por una serie de procesos que cambiaron sustancialmente el sector: las desamortizaciones, la supresión de señoríos y mayorazgos y la reorientación de los cultivos.
Las desamortizaciones.Esta medida adquiere carta de naturaleza durante el gobierno del progresista Juan Álvarez Mendizábal (1835-36). El plan central de su obra consistía en una desamortización eclesiástica con cuyo producto esperaba cumplir tres objetivos esenciales: reclutar un ejército para hacer frente a la guerra civil contra los carlistas, remediar la situación de la Hacienda Pública y crear una clase de propietarios afines al régimen.Las actuaciones adoptadas para llevarla a cabo pueden resumirse en tres:
1. La supresión en España de las órdenes religiosas, a excepción de las de beneficencia pública.
2. La confiscación de sus bienes, que pasan a ser nacionales.
3. La conversión de los mismos en bienes particulares mediante pública subasta.
Aunque con menores efectos, se acometió también la desamortización señorial o “desvinculación”, a través de una doble medida:
- La abolición de los señoríos jurisdiccionales.
- La supresión de los mayorazgos.
Finalmente, la desamortización de los bienes municipales se llevó a cabo en diferentes momentos:· Los bienes comunales: tierras de pastos, forrajes, leña, etc., fueron desamortizados varias veces: 1813, 1820, 1835.· Los bienes propios (pertenecientes a la institución), fueron desamortizados a través de la denominada desamortización general de Pascual Madoz (1855).
El proceso desamortizador duró varias generaciones, aunque el grueso pueda concretarse entre 1835 y 1874. Durante este periodo pudo cambiar de dueño el 30% del territorio español, pero hoy día se da más importancia al fenómeno subsiguiente, la postdesamortización, con frecuencia las tierras enajenadas fueron vendidas por 2ª o 3ª vez, y son estas operaciones las que parecen haber configurado las estructuras agrarias definitivas de nuestro país en época contemporánea.Es evidente que las desamortizaciones no supusieron una revolución agraria, ni permitieron un mejor reparto de la propiedad en España. En general, parece que en las zonas de latifundio (Andalucía, Extremadura...) la propiedad se concentró aún más, y en las de minifundio se dividió más, agravándose los defectos tradicionales: el campesino pobre necesitado de tierras siguió deseándolas. Por otra parte, la enajenación de las propiedades municipales trajo consigo el empeoramiento de las condiciones de vida del pequeño campesinado, privado del uso y disfrute de los antiguos bienes del Consejo.
Algunos autores han señalado que esto pudo favorecer la emigración de este campesinado hacia los núcleos industriales, incrementando así la oferta de trabajo para el sector manufacturero. Pero también aportó consecuencias positivas como la roturación de nuevas tierras y el alza de la producción en su conjunto.
Las medidas de reorientación de cultivos.
A partir de 1820 y como consecuencia de la reestructuración de nuestro comercio exterior, impuesta por la pérdida de las colonias americanas, se produjo un aumento de la producción cerealista al amparo de una política prohibicionista, primero, y proteccionista, después, de las importaciones de cereales. Con ello se consiguió que las importaciones desaparecieran e incluso se llegase a exportar.
En la década de 1840, los países industrializados comenzaron a demandar, en cantidades crecientes, productos agrarios, ante una población en aumento. Al mismo tiempo, los países, entre ellos España, que iniciaban su industrialización necesitaban incrementar sus exportaciones para poder adquirir maquinaria y materias primas (crece el cultivo del arroz, la sericultura, la caña de azúcar, etc. Sin embargo, el grueso de las exportaciones estuvo integrado por productos mediterráneos: vino, aceite y cítricos.En la década de los noventa, España, como el resto del continente europeo, se vio afectada por una nueva crisis agropecuaria. Aunque los efectos se sintieron en nuestro país con cierto retraso y menos rigor que en Europa, el declive puso fin a la leve expansión de la agricultura iniciada en los años treinta. La crisis se manifestó en una caída de precios entre un 15 y un 25%. Las causas parecen detectarse en una superproducción, la aparición de nuevos competidores y el fin de las exportaciones. Los mecanismos de defensa de carácter proteccionista desplazaron al trigo y al vino de los mercados extranjeros.
La crisis agrícola se agravó con la de la ganadería. Lógicamente, la expansión de los cultivos hacía décadas que venía transformando la cabaña ganadera. Las preferencias se centraban en la producción de carne y leche: cerda, vacuno y cabrío. El resto de las especies disminuyó, excepto los animales de tiro, que lograron mantener su número. La recuperación no fue posible hasta finales del siglo.
El proceso de industrialización.
Fue excesivamente lento, quedando España rezagada del proceso que se estaba produciendo en otros países europeos. Las causas debemos buscarlas en dos factores previos fundamentales:
1. La ausencia de capitales para invertir en tecnología.
2. La inexistencia de un mercado amplio para los productos industriales.Los recursos financieros del país eran escasos y una parte de ellos se dedicó a la compra de tierras desamortizadas. Los bancos, en general, no se orientaron a la financiación de empresas industriales, por lo que hubo que recurrir a capitales extranjeros que se invirtieron especialmente en ferrocarriles y minería.
El mercado exterior sufrió una importante recesión a partir de la pérdida del imperio colonial, lo que conllevaría una falta de estimulación de la producción interior. El mercado interior, por su parte, carecía de las comunicaciones necesarias y se vío frenado por la pérdida del poder adquisitivo de la mayor parte de la población. Una población eminentemente agrícola y pobre, con la propiedad de la tierra en manos de unos pocos y que todavía muestra un claro desprecio a los trabajos manuales.
Se pueden establecer las siguientes etapas en el desarrollo industrial español:
· Entre 1808 a 1830, de estancamiento industrial como consecuencia del pobre mercado interior, los acontecimientos políticos (guerra de la Independencia, emancipación de las colonias americanas), la escasez de recursos y la ausencia de nuevas técnicas.
· Entre 1830 a 1860, de arranque de la industrialización ubicada en torno a los siguientes núcleos: carbón, hierro y papel en el norte; textil en Cataluña; y siderurgia en el sur. Desarrollo del ferrocarril gracias a la Ley General de ferrocarriles de 1855 y a la financiación exterior.
· Entre 1860 a 1913, periodo de crisis con etapas de fuerte crecimiento.En conjunto, toda una serie de factores caracterizan a la industria de nuestro país, como la regionalización, la dependencia de las inversiones extranjeras así como de materias primas, utillaje e innovaciones técnicas, eliminación de la competencia extranjera gracias al principio de mercado reservado y la aplicación de altas tasas aduaneras, y el sometimiento a las fluctuaciones de la actividad agraria.
La población en la España del siglo XIX.
La sociedad española el el siglo XIX experimentó un proceso de cambio paralelo al de otros países europeos, caracterizado por el declive de la vieja aristocracia y el reforzamiento de la burguesía y de las clases medias, es decir, el paso de una sociedad estamental a otra de clases.
La ruptura liberal aceleró la descomposición interna de la nobleza, entroncada a partir de este momento con las grandes fortunas plebeyas de origen burgués. Al tiempo, el fenómeno más notable fue el surgimiento de una clase media integrada por rentistas acomodados, así como por pequeños propietarios agrícolas y urbanos, comerciantes ligados al comercio nacional y exterior, fabricantes, artesanos, fucionarios, profesionales liberales y militares. Se trataba de un conglomerado muy heterogéneo y fragmentado por variantes regionales y locales.
A pesar de esta renovación, el grueso de la población lo seguía constituyendo las clases populares, rurales y urbanas. Su nivel de vida y en consecuencia su participación en la renta del país fue muy escasa, al menos, hasta el último tercio del siglo.
Los campesinos eran el grupo más nutrido de los trabajadores, con gran diversidad interna y regional. En términos generales, en el centro y norte peninsular predominaron los pequeños campesinos propietarios, mientras en los latifundios del sur eran mayoritarios los jornaleros sin tierras. Las clases populares urbanas eran todavía más variadas: minoristas, pequeños artesanos, empleados, obreros... Su característica común era la inestabilidad laboral y la precariedad de sus ingresos. Tan sólo en algunos núcleos industriales los trabajadores constituyeron un grupo social significativo, más o menos organizado e influido por la ideología obrerista europea desde mediados el siglo.
Finalmente, el estado liberal posibilitó el aumento demografico en España, a pesar de lo cual no se consiguió efectuar la transición al modelo demográfico moderno. El desarrollo de las ciudades fue asimismo muy lento, lo que contribuyó al retraso y al caciquismo político en la transición al siglo XX.